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Es una escena que se repite a diario. Y más desde que comenzó el curso académico. Decenas de conductores circulan por la denominada Milla ... del Conocimiento con los ojos bien abiertos a la búsqueda de una plaza de aparcamiento. Muchos se dirigen al Hospital de Cabueñes, otros al Parque Científico y Tecnológico o a la Laboral, que desde mediados de septiembre bulle cada mañana con el ir y venir de alumnado y profesorado de la Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales Jovellanos y del Centro Integrado de Formación Profesional. Para encontrar aparcamiento hay que llegar temprano.
Lo sabe bien el decano de la Facultad de Enfermería de Gijón, ubicada junto al hospital. «Llegando antes de las ocho no suele haber problema, pero como tengas que salir a media mañana por cualquier asunto, a la vuelta ya no tienes manera de aparcar», comenta Fernando Alonso.
Hasta el inicio del curso, quien acudía a una cita médica en Cabueñes y no encontraba aparcamiento en el entorno del hospital podía tener la certeza de que podría tener una plaza libre en el estacionamiento situado junto al Centro de Arte o en el escalonado más próximo al Parque Científico y Tecnológico. Pero con la vuelta a las aulas, tampoco ahí resulta sencillo. «Y eso que muchos trabajadores del Parque aún mantienen el teletrabajo que se instauró durante la pandemia y no tienen que venir físicamente», comenta una empleada de Gijón Impulsa.
En el entorno no hay mucha alternativa más. Las pocas plazas del pequeño aparcamiento junto al cementerio municipal de Cabueñes están siempre ocupadas, así que «hay gente que deja tirado el coche en cualquier sitio, hasta en las curvas, y eso es peligroso porque te obliga a ocupar el carril contrario y ya me pasó encontrarme con un coche de frente», continúa Alonso.
«Cuando venimos a Cabueñes, ya sabemos dónde tenemos que venir a aparcar», comenta Manoli Nava mientras se dirige al coche que su yerno ha dejado estacionado en el tanatorio. Este aparcamiento se ha convertido en el último recurso de quienes, cansados de dar vueltas o de esperar durante varios minutos que algún coche se vaya y les quede una plaza libre, necesitan estacionar cerca del hospital.
La empresa que gestiona el tanatorio, Funeraria Gijonesa, es consciente de que muchos de los vehículos estacionados no son de personas que acuden realmente al tanatorio. Llevan años viendo lo que ocurre. Precisamente por garantizar el aparcamiento a las familias y usuarios del tanatorio decidieron en 2009 instalar barreras y cobrar -a 0,032 euros el minuto- por el tiempo que excediera los 20 minutos que se estiman suficientes para dar unas condolencias.
Desde la empresa insisten en que la media no tiene afán recaudatorio. De hecho, en Cabueñes los fines de semana y el mes de agosto -cuando la presión de usuarios ajenos a sus servicios es considerablemente menor- las barreras están levantadas. Pero que el del tanatorio es el aparcamiento al que recurren muchos usuarios del hospital es un hecho. «Es que no queda más remedio», apuntan Carmen Lampón y María Jesús Lavandera mientras van a recoger el coche de la primera.
Solo de enero a septiembre de este año la facturación del aparcamiento del tanatorio se incrementó un 43,17% con respecto al primer semestre del año pasado. Del total de tiques emitidos en el aparcamiento, se factura un 68%. Un 26% no paga por haber permanecido menos de 20 minutos y un 6% son las tarjetas que se dan de forma gratuita a las familias usuarias de las salas para que puedan aparcar libremente. Los datos los aporta la jefa de Protocolo y Comunicación de Funeraria Gijonesa, Verónica González, quien se reconoce usuaria del transporte público: «Cabueñes está muy bien comunicado por autobús». En concreto, son siete las líneas de EMTUSA que llegan hasta el hospital y el tanatorio. Ella opta por dejar el vehículo privado en casa -«no hay suficientes plazas para toda la gente que mueve esta zona»-, pero no es una solución aplicable a todo el mundo.
No lo es, por ejemplo, para los profesores de la Facultad Jovellanos que también imparten docencia en la Facultad de Economía y que prácticamente a diario reparten su tiempo entre el ovetense campus del Cristo y la Universidad Laboral. Y no son pocos. Ana Isabel González, profesora de Derecho Financiero y Tributario, es una de ellos. «Cuando voy a Gijón a un horario prudente, sobre las tres o tres y media de la tarde, no suelo tener problema, pero como me toque una clase a las once o así lo tengo fastidiadísimo. Me dedico a dar vueltas y más vueltas esperando a que salga alguien. Esto te genera una tensión enorme. Ya me pasó alguna vez de llegar tarde a dar la clase».
En idéntica situación se ha visto alguna vez Alba Rodríguez, ovetense y alumna del grado de Trabajo Social, cuando ha usado el coche para acudir a clase. Solo lo hace «dependiendo del horario» y si tiene que ir a trabajar tras las clases para acortar así un trayecto que, en transporte público, puede llevarle fácilmente más de una hora. Afortunadamente, «los profesores son comprensivos porque a ellos también les ocurre» lo de llegar tarde por no encontrar aparcamiento.
La de que el Principado habilite algunas plazas reservadas para el profesorado es una demanda constante de Levi Pérez desde que llegó al decanato de la Facultad Jovellanos. Él propone ocupar un espacio en la parte trasera del teatro de la Laboral, pero el Gobierno regional no ha cedido a sus pretensiones. Hasta el rectorado ha tratado de mediar en el asunto. De momento, sin éxito.
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