MARCO MENÉNDEZ
Martes, 9 de agosto 2022, 17:36
No es tarea sencilla recorrer todas las carreteras, caminos y caleyas de las 25 parroquias del municipio en busca de hórreos y paneras. Pero es lo que hizo durante la pandemia José Luis Pérez, presidente de la Asociación de Vecinos de Santurio, en su afán ... no solo por recopilar todos estos elementos etnográficos de Gijón, sino también de saber lo máximo posible sobre su historia. Algunas veces sus propietarios la conocían perfectamente, pero otras se había perdido con el paso de los años. Pérez recopiló unos 1.300, si bien reconoce que se le escaparon una treintena de ellos ubicados en Somió, porque estaban ocultos tras muros y en zonas que no se llegaban a ver desde el camino.
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Producto de esta labor es el libro 'Hórreos y paneras del concejo de Gijón', un libro de 323 páginas autoeditado por el autor, con una tirada de 200 ejemplares y que los interesados podrán encontrar en la librería Central.
«Te topas con grandes sorpresas, sobre todo paneras enormes y con una decoración muy rica», asegura José Luis Pérez, quien apunta que en Gijón se conserva el llamado estilo Carreño, con una decoración «floral, de jarrones y algún radial, pero no es frecuente encontrar trisqueles. Además, tienen inscripciones distintas a las del occidente de Asturias». Y es que aquí los propietarios buscan el amparo divino con leyendas alusivas a la Virgen o a Jesucristo, mientras que en el occidente es más habitual encontrar elementos que relacionan el hórreo o la panera con el sol, aunque con la misma intención de buscar protección.
Porceyo es la parroquia donde no solo hay más de estos elementos, sino los más interesantes y mejor conservados. Además, el autor apunta que también dan muestra del 'poderío' de la casería donde se ubican, algo que indican «la decoración y el tamaño. La evolución del hórreo es la panera con el corredor alrededor. Con la llegada del maíz y la patata de América, a medida que se va necesitando más espacio de almacenaje se va modificando, ampliando el hórreo, hasta que se convierte en panera. Además, la parte más decorada siempre se situaba mirando al camino, para que se viera», apunta José Luis Pérez.
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En el libro aparece una descripción, con su ubicación, de todos los hórreos y paneras que encontró. De los más interesantes y de los que hay una historia que contar, el autor incorpora fotografías para que el lector pueda observar detalles no solo del edificio, sino también de sus pinturas y tallas, en caso de que las tenga. Eso sí, en su recopilación fue fundamental que no existieran elementos discordantes, como ventanas o canalones, que hayan eliminado la esencia tradicional de estas estructuras.
Y en su caminar por las parroquias gijonesas se encontró con una joya: una panera que podría haber pertenecido al mismísimo Jovellanos y que actualmente se encuentra en Caldones. No hay documentos que lo acrediten, solo la palabra del abuelo de su actual propietaria y un antiguo plano de la casa familiar del prócer, que indicaba que tenía una panera ubicada donde hoy está la farmacia tras el colegio Santo Ángel. Según la historia de la propietaria, la panera fue llevada en carros hasta su actual emplazamiento tras comprársela a Jovellanos. Pero su estado actual no es bueno y amenaza con caerse. Otra sorpresa es que Pérez se encontró con un hórreo en Santurio que, «por su estructura, puede tener unos 300 años».
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El autor tiene claro que «se trata de un patrimonio increíble que tenemos aquí y no lo cuidamos. Es necesario saber cuántos hay y protegerlos», advierte. Además, critica a la Administración regional por la política que lleva a cabo con estos elementos, porque «las ayudas que da son calderilla» y para realizar una rehabilitación se exigen muchos informes y proyectos y, al final, «el paisano tiene que pagar el 70% del coste».
José Luis Pérez está de acuerdo con lo que defiende la etnógrafa Cristina Cantero para que sean los técnicos quienes analicen la situación en la que se encuentran los hórreos y paneras a recuperar, si es viable y que realicen los trámites necesarios. Pero lo más importante es «que haya presupuesto para restaurarlos», reclama.
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