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OLAYA SUÁREZ
GIJÓN.
Jueves, 9 de noviembre 2017, 00:39
Rosa heredó de sus padres un piso en 'Las Mil Quinientas' de Pumarín. En él residía desde hace años su hermano desde que sus progenitores fallecieron. La pasada primavera, éste se trasladó a vivir con ella a su apartamento. Sufría una depresión y necesitaba estar acompañado. Hasta ahí todo dentro de la normalidad. El problema surgió cuando Rosa acudió al piso de 'Las Mil Quinientas' el pasado mes de agosto con la intención de abrir las ventanas para airear y limpiar el polvo. Introduce la llave en la cerradura y la puerta no se abre.
Su primera sospecha es que le habían entrado a robar. «Llamé a la Policía y vinieron rápidamente. El mayor susto fue cuando me dijeron que no eran ladrones, que era un individuo que estaba viviendo allí de okupa desde hacía semanas», relata Rosa Martínez, que tres meses después aún no da crédito «de esta pesadilla que está viviendo». «Los policías sabían que estaba dentro pero no abría. Al final, después de decir que iban a ir a por material para romper la puerta, accedió a abrir una rendija por la que pasó el DNI», según informa la afectada. Los datos que aparecían en el documento fueron determinantes para saber que el problema se iba a enquistar: se trataba de Joaquín F. B., un delincuente habitual que acababa de salir de prisión, se había instalado en un piso que no era suyo y no tenía intención alguna de abandonarlo.
La propietaria inició entonces un periplo por la Comisaría de la Policía Nacional y por los juzgados que la han hecho desesperar. «Las leyes, a día de hoy, están formuladas para que tenga más privilegios un delincuente que se mete en una casa ajena que los dueños... Entendería una situación de necesidad de una familia que no tenga dónde vivir. Entonces intentaríamos buscar una solución, pero esta situación es totalmente distinta», lamenta.
Y es «distinta» porque incluso el espontáneo morador se encuentra cumpliendo arresto domiciliario en una vivienda que ha okupado. «Cuál fue mi sorpresa al leer el martes EL COMERCIO cuando veo que la Policía Local ha detenido en la avenida Schulz a ese mismo individuo por quebrantar un arresto domiciliario que debe cumplir en mi casa, en mi casa... No entiendo nada», critica Rosa Martínez, quien mientras tanto debe compartir habitación con su hermano. «Vivimos en un apartamento pequeño y mientras el okupa mucho más cómodo», razona.
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