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G. M. / I. V.
GIJÓN.
Miércoles, 24 de junio 2020, 02:13
Antes de salir para Gijón le pidió a su madre que le lavara algo de ropa y bromeó con ella sobre su reciente corte de pelo, ya que a ella no le gusta que lo lleve largo. La playa de San Lorenzo no era ... desconocida para él y posiblemente cuando se lanzó al agua lo hizo confiado, pensando que no tendría problemas para salir de allí y sacar a su pareja, junto a la que lleva tres años y a la que ya hace tiempo presentó a su familia como su novia formal.
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GUILLERMO MAESE / pablo suárez
Yencer de los Santos era, sobre todo, un joven muy familiar. Así lo destaca su tía Lourdes, quien remarca la buena relación que tenía con su madre, con la que vivía en el entorno del Campo de los Patos de Oviedo. Cuando ella llegó a Asturias procedente de la República Dominicana, su hijo apenas tenía cinco años. Y nunca en ese tiempo volvió a pisar suelo dominicano. Era el mediano de tres hermanos, con una hermana mayor y otro más pequeño. Estudió en el colegio de la Milagrosa y ahora se estaba formando para trabajar en el sector de la hostelería.
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Experiencia tenía, pues los últimos veranos estuvo trabajando ya en bares de Luanco y Luarca. «Cuando le llamaban, allí iba como ayudante de cocina o a limpiar», apunta su tía. También en ocasiones de camarero -como su madre ahora, después de haber llevado ya algún bar propio en Oviedo-. Y para reforzar su curriculum, se matriculó en un curso de hostelería ofrecido por la Cruz Roja.
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Era además «muy deportista». Como jugador en las categorías de infantil y juvenil pasó por varios equipos, uno de los últimos el Club Deportivo Los Arcos de Oviedo. Pero ya adulto, una grave lesión le obligó a apartarse de los campos. Su pierna le estuvo dando guerra durante casi medio año, con una complicada recuperación en la Clínica Asturias. Y no volvió ya a jugar. Pero eso no había sido óbice para que siguiese según sus familiares «muy en forma». Y cuando no pateaba el balón, se subía a la bicicleta o se iba a nadar. «Lo hace muy bien», aseguran.
«Esto es una desgracia», se lamentaban ayer al final de una eterna jornada sus allegados. Su madre, destrozada, buscaba fuerzas apoyándose en sus hermanos, cuatro, todos residentes en España y asentados entre Asturias y el País Vasco, de donde son sus respectivas parejas.
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