Natalia García Castañón, subinspectora de la Policía Local de Gijón

«Con el primer accidente mortal me di cuenta de lo frágil que es la vida»

–¿Cómo afronta el cambio?

–Con ilusión y ganas de aprender cosas nuevas y una parte de nuestro trabajo que no conozco y que va a ser bastante distinto a lo que venía haciendo. Por otra parte, dejar la moto da un poco de pena porque era una sección en la que estaba muy bien, con grandes compañeros y muy adaptada, pero los cambios vienen bien, salir de tu zona de confort te hace crecer y aprender cosas nuevas.

–No será un cambio tan drástico como cuando dejó su carrera profesional para entrar a la Policía Local.

–No, al final esto no deja de ser una continuidad. El mayor cambio lo di con 27 años cuando dejé mi trabajo de fisioterapeuta, para lo que había estudiado, y decidí opositar.

–¿Por qué tomó aquella decisión?

–Me atraía la posibilidad y la verdad es que no me arrepiento de nada. Volvería a hacer lo mismo si echase la vista atrás. Ahora no me imagino haciendo otra cosa. Una de las cosas que más valoro es que no es un trabajo rutinario y que se desarrolla al aire libre, me costaría mucho estar encerrada en el mismo sitio toda la jornada laboral.

–¿Siente el peso de ser actualmente la mujer con mayor rango dentro de la plantilla?

–Me siento igual que el resto de mis compañeros. Nos tratamos de tú a tú sin diferenciar si eres hombre o mujer, aquí todos hacemos las mismas funciones independientemente del género. Tampoco me he sentido nunca diferente como única mujer en las motos de Tráfico. Ahora hay otra mujer, pero durante muchos años estuve yo sola.

–Y en la calle, ¿ha notado que la gente le ha tratado distinto por el hecho de ser mujer?

–No doy pie a ello. Cuando trabajo, trabajo y funciono como un binomio con mi compañero y no sé qué pensará el ciudadano o la ciudadana con la que estoy tratando, pero nunca me ha tocado vivir una situación desagradable por el hecho de ser mujer. Las situaciones que no resultan agradables, que las hay, las puede vivir también un compañero hombre.

–¿Nunca ha tenido que escuchar aquello de 'mujer tenía que ser' a la hora de poner una sanción a un conductor?

–No, pero ya le digo que corto rápidamente.

–En 17 años trabajando en la calle habrá visto de todo.

–Bueno y malo. He estado en servicios que me han permitido vivir de cerca situaciones en las que en otras circunstancias no habría estado, como actos interesantes y relevantes, y también la otra cara de la moneda: accidentes y tragedias.

–¿Alguna le ha marcado?

–Recuerdo la primera vez que fui a un accidente mortal de un chico, llevaba poco tiempo trabajando y me impresionó porque ahí me di cuenta de lo frágil que es la vida... Con los años aprendes a no llevarte las cosas desagradables a casa porque no si no, no se podría vivir. No es que te vuelvas más insensible, es ponerte una coraza para que no te afecten las cosas negativas que por desgracia vemos como policías.

–¿Va a echar de menos la moto?

–En días como hoy de lluvia no (ríe), pero sí, la sensación de libertad que te da eso sí lo voy a echar de menos, aunque reconozco que es un trabajo que entraña sus riesgos porque al final la carrocería eres tú y cualquier accidente puede ser nefasto, como le ha ocurrido por desgracia a alguno de mis compañeros.