Cierra un negocio histórico en Gijón

«Ojalá Mundo Sonoro siga siendo una tienda de discos»

Mundo Sonoro nació en diciembre de 1979, entonces bajo el nombre Museo del Disco, en la calle San Agustín para dar respuesta a la pasión de Nacho por la música. Dos años antes, había abierto El Rollo, un discobar que, según cuenta, «inspiró aquella canción de Micky '...y en El Rollo está la solución...». En 1982 creó el sello Piraña Family, con el cual editó hasta 54 discos de colección en arriesgadas empresas como la caja de colección de toda la obra de Enrique Truan, con toda la catalogación, inédita hasta entonces, en la que invirtió 34 millones de pesetas, la primera obra de clásica cantada en asturiano o una cuidada publicación de Xuacu Amieva ilustrada por Kiker o el imprescindible 'Pop Playu' que repasa la historia rockera gijonesa. «Todo lo que produjimos nos rentó. Todo salvo una cosa que no te voy a decir. ¡Ya se lo advertí yo!», media Rosa.

El matrimonio se movía ayer en su salsa por los 54 metros cuadrados del negocio (más un altillo de 33) donde se apilan perfectamente clasificados vinilos y cedés de todos los estilos. Se aprecia en su conversación una complicidad forjada a fuego desde 1979, el año que marcó su vida, pues fue el de su matrimonio, el del nacimiento de su primer hijo (tienen dos) y el de la apertura de la tienda que les ha tenido intensamente ocupados todos estos años.

Vivieron varias crisis. La del paso del vinilo al cedé. La de los ordenadores para pinchar en discobares, que dejaron de comprar música. La de los Ipad, Amazon y Spotify. Y, la más reciente, la de la covid de la que, subrayan, salieron reforzados, «pues la gente salió de casa con unas ganas locas de consumir». A todas sobrevivieron y, con buen ojo, se resistieron a poner en saldo aquellos vinilos de repente desfasados que han regresado con una fuerza enorme, a precio alto y, curiosamente, «con una clientela joven que está emulando ahora los gustos de sus padres».

Si piensan en la clave del éxito de un negocio de dudoso futuro enumeran presuntas virtudes. «Nuestra música de importación –compran en EE UU, Inglaterra, Holanda, Italia, Japón...–, la variedad de la oferta, el atender los pedidos y conseguir todo lo que se puede y, sobre todo, la constancia». ¿También majos? Ríen ambos. «Hombre, te diré, que mucha gente me ha hecho llorar el último año cuando me puse mala y no dejaban de venir a interesarse por mi salud. Nacho estaba ya jubilado y tuvo que pedir el alta, porque el negocio tenía que seguir», relata Rosa.

Mundo Sonoro tiene ya cedés en oferta. Cuando concreten el futuro del popular local de la Plazuela, decidirán si hacen una liquidación de su stock. La Navidad, dicen, les ha ido de cine. Ahora Rosa piensa ya en ese viaje a Granada que se va a regalar cuando baje la persiana. «Quiero estar un mes entero. Primero Granada y luego Italia», avanza con la mirada iluminada.