«Hay mucha exageración en cuanto a que la inteligencia que va a superar a los humanos está próxima», afirma Humberto Bustince, catedrático de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial (IA) en la Universidad Pública de Navarra, que ayer inauguró la cuarta edición de las Jornadas de Futuro y Tecnología que tendrán lugar hasta el jueves en el Antiguo Instituto de Gijón centradas, por segundo año consecutivo, en la inteligencia artificial. Entender cómo opera y cuáles son sus riesgos y beneficios es su prioridad.
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Bajo el título 'Inteligencia artificial: realidades, mitos y problemas', comenzó aclarando que, pese a la existencia de una inteligencia a máquina, «los actores de la inteligencia artificial somos los seres humanos y esa inteligencia artificial nunca será igual a la inteligencia humana». Además de catedrático, Bustince es Premio Nacional de Informática José García Santesmases en 2019, premio a la excelencia científica de la Sociedad Europea de Lógica y Tecnologías Difusas en 2019, por sus aportaciones en matemática difusa, y colaborador en muchas investigaciones de la Universidad de Oviedo junto a investigadores como Antonio Bahamonde, Luciano Sánchez o Irene Díaz, actual vicerrectora de la Universidad, que «han sido muy importantes en la inteligencia artificial en este país».
Hace tiempo que la IA está integrada en nuestra vida cotidiana y, como usuarios, nuestros datos alimentan los algoritmos con los que estos sistemas funcionan. Desde diciembre de 2022, cuando se produjo el lanzamiento de ChatGPT, «la comunicación hombre-máquina ha dado un paso de gigante», apuntó. Lo más importante, según Bustince, es entender que la inteligencia artificial «no son cerebros que nos van a sustituir, sino que es una herramienta, basada en principios como el lenguaje profundo y el lenguaje natural, que nos va a simplificar mucho el trabajo y nos va a ayudar mucho», aseveró.
Tras ahondar en cómo aprenden y construyen las frases herramientas como ChatGPT, que son sistemas que «utilizan mucha probabilidad» para extraer resultados de sus bases de datos, y problemáticas asociadas como la pérdida de privacidad o los 'trabajadores fantasma', que «son las personas que se encargan de entrenar los sistemas y que ni siquiera cobran el salario mínimo», el experto pasó a enumerar los cinco grandes problemas de la IA.
Por un lado, la explicabilidad (sobre unos síntomas extrae el mejor diagnóstico, pero no explica el porqué); por otro, la interpretabilidad (no somos capaces de interpretar los pasos que sigue la máquina para dar ese diagnóstico); la adaptabilidad (si se le enseña a a jugar en un tablero de 9x9 no sabe pasar directamente a uno de 11x11); la sostenibilidad (mantener las bases de datos supone un coste energético muy elevado), y la legislación, ya que «por mucho que se haga, hasta la ley de la Unión Europea, que aún no ha entrado totalmente en funcionamiento, se queda muy corta», aseguró el experto.
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Por tanto, hasta que no se resuelvan la explicabilidad y la interpretabilidad, «estos sistemas son solo sistemas de ayuda». Para entenderlo mejor: «En medicina, nadie dejaría en manos de un sistema inteligente una operación», razonó Bustince. «Todavía queda mucho para esa súper inteligencia que dicen que nos va a dominar a todos y la decisión final siempre la va a tomar el ser humano. Al menos hoy por hoy».
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