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marla nieto
Domingo, 14 de junio 2020, 00:59
Un pequeño respiro en medio del caos. La parte más humana de las personas. Porque al bicho lo pararon los corazones que latían al ritmo de Queen, de 'Resistiré' o de los Lunnis. Salir al balcón o a la ventana se convirtió en un ritual, una recarga de energía para lidiar con un pesado confinamiento. Un aplauso, esta vez, por quienes plantaron cara al aburrimiento.
A Freddie Mercury lo resucitaron los vecinos de La Calzada. Fue una de las fiestas más famosas que organizaron Seve Sueiro, Aurora Valverde, Ángel Resch, Yoli Nosti o Ángel Rodríguez, entre muchos otros, la de disfrazarse de este cantante de rock y recrear el videoclip 'I want to break free', de Queen, con aspiradoras y demás material de limpieza incluido. «Me llevo mucha ilusión por haber colaborado en este proyecto improvisado. Cuando ves que a la gente que te rodea les puedes sacar una sonrisa y ellos a ti, llena de orgullo», aseguró.
En Contrueces también saben de jarana. Si no que se lo digan a Jorge Díaz, el Dj oficial de la calle San Juan, que repartió melodías y actitud a sus vecinos. «Me gustaría que, si hay alguien a quien molesto con lo que hago, me lo diga», avisaba en su momento. Sin embargo, lo que recibió fue una respuesta más que positiva por parte de la gente.
Su consiguió incluso distraer al pequeño Martín Cubero de la grave enfermedad que padeció, repentinamente, su padre: una aneurisma cerebral por la que tuvo que ser ingresado. «Me acuerdo del día que nos tenían que decir cómo había salido la operación. Yo estaba pendiente del teléfono y no me había dado cuenta del vermú. Empezó a sonar la música que pone Jorge y el niño vino donde mí y me preguntó: 'mamá, ¿hoy no vamos a tomarlo?'», relató la madre del pequeño. Por suerte, el papá de Martín se recuperó con éxito.
Más barrios se unieron a la idea de organizar actividades animadas. En el Grupo la Tejerona vivieron una Feria de Abril a la norteña. La presidenta de la Asociación La Cruz de Ceares, Pilar Ruiloba, confesó que hasta habían pedido farolillos por internet, aunque no llegaron.
En El Coto, en la calle Leopoldo Alas, para despedir la fase cero, hicieron una fiesta de Nochevieja a la que no le faltó detalle: uvas, atuendos de gala y hasta campanadas. «Creímos que sería representativo, como si fuésemos a una cena de fin de año», dijo José Antonio Sánchez, organizador.
Y de barrio a barrio, no podía faltar Cimadevilla, al que no se le puso ni una falta. «Es un trabajo de fondo, día tras día ponemos música al menos diez minutos para que no decaiga el ánimo», dijo Sergio Álvarez, presidente de la Asociación Vecinal Gigia. También el centro estuvo amenizado por Christian Rodil, que 'dio la nota' en la calle La Merced.
Si hay algo que es incuestionable, haciendo recuento, es que la música, en todas sus formas, fue un verdadero salvavidas. Delia Gutiérrez es un ejemplo de cómo unos acordes pueden introducirse por los poros y ser un escudo contra todos los males. Esta vecina tocó la flauta travesera durante la cuarentena en la calle San Antonio. «Intento transmitir energía, aires de esperanza y apoyo», señaló.
Fue una de las grandes protagonistas del núcleo urbano. Pero si uno se desplazaba hasta Pumarín, allí continuaba la magia de la mano de María Álvarez. A veces con el trombón, otras con el saxo o con guitarra española y su vozarrón. «Es una oportunidad para que la gente comprenda la importancia de la música, tan desvalorizada», reivindicó.
Dos figuras imprescindibles fueron Falo Marcos, de Radio Kras, y Manuel Cañete, presidente de la Federación de Asociaciones Vecinales. Entre los dos, planearon un 'tubo de escape' para que nadie se sintiese solo ni agobiado durante la hora del vermú, los fines de semana. Crearon dos propuestas: el 'guajerío' y el 'vermutín'.
Niños y adultos se vieron arropados por el poder de las canciones en una época de sentimientos encontrados. «Se nos ocurrió grabar un programa para que la gente, durante el momento vermú el domingo, escuchara las mismas canciones. Nos escribía por las redes sociales pidiendo temas conocidos y animados, que pudieran tararear o bailar», destacó Falo.
Guillermina Miranda, de Roces, se puso un sinfín de disfraces durante la cuarentena. A sus 69 años sigue siendo una amante de las máscaras, las pelucas y los colores. «Mi marido se murió hace algo más de un año, de cáncer. Fue duro, lo he pasado muy mal, y en pleno duelo, encima sucede esto. Por eso, tenía que hacer algo para animarme a mí y a los vecinos», confesó.
Esta ciudad es una amplia variedad de artistas, muchos de ellos jóvenes. Alma, ese es su nombre. Y eso es lo que desprende cada vez que junta palabras para crear versos. De apellido Hidalgo, porque esta quinceañera también es generosa y noble al compartir con quienes viven en las casas colindantes a la suya, las letras que le salen del corazón. Su barrio, El Natahoyo, dijo, «fue aburrido en los días de confinamiento», así que ella se encargó de animarlo.
En esta difícil etapa también se celebraron cumpleaños confinados. Petra Calvo el año pasado lo celebró en un hospital. En esta ocasión lo hizo junto a sus vecinos. Su hija María Gómez le organizó una fiesta en la que participaron todos los residentes de la calle Cirujeda, en Ceares.
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