
Situémonos ante el Club de Natación Santa Olaya, justo la bisagra que une El Natahoyo con La Calzada. Lo que tendremos a nuestras espaldas es ... la manzana que ocupó un importantísimo recinto industrial: la fábrica de cerveza La Estrella, que fue fundada, en 1893, por Manuel Suardíaz Valdés y Carlos Ernesto Bachmaier Diers, un maestro cervecero alemán. Un dato que deberíamos tener en cuenta todos los gijoneses para sentir un poco de orgullo por nuestro patrimonio industrial: a comienzos del siglo XX, esta factoría de Gijón producía un tercio de la cerveza consumida en España, más de 4 millones de litros al año. Nada menos.
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Esta fábrica llegaba hasta la avenida de Galicia y las calles La Estrella y Pachín de Melás, y estaba integrada, en 1899, por tres edificios de 75 m de largo y otras construcciones menores servidoras, dos de ellos estaban dispuestos perpendicularmente al central, el cual tenía dos pisos subterráneos y cuatro sobre rasante que estaban comunicados por dos potentes ascensores de carga. El edificio central estaba climatizado con destino a la germinación —plantaban su propia cebada y su propio lúpulo—, al tostado de la cebada y al almacenamiento de cebada, malta y lúpulo. En los otros dos edificios estaban la fábrica de hielo —lo producían ellos allí mismo—, la fábrica de gas para hacer gaseosas, su propia fábrica de electricidad, la sala de embotellado, bodegas de fermentación a cero grados, la tonelería con carpintería anexa e incluso unas cuadras. Sus dos potentes chimeneas eran todo un símbolo de «fachada».
Aquí se producían cinco tipos de «zumo de cebada» pero también sifones de agua de Seltz, limonada, las citadas gaseosas e incluso ácido carbónico líquido. Hacían cerveza de mesa, bock morena, doble bock, cerveza extra dirigida a la exportación y cervezas CD especiales. Un dato curioso: como el agua potable de Gijón en el periodo de entre siglos era un bien tan escaso y de condiciones cuestionables, La Estrella mandaba cervezas al Hospital de Caridad ubicado en el Náutico.
Cumpliendo un habitual ejercicio de paternalismo industrial, también fomentaron el deporte con la creación, en septiembre de 1948, de su propio campo de futbol enfrente, al sur, al otro lado de la carretera. El campo donde jugó el Natahoyo C. F. no era exactamente propiedad de la fábrica pero si de un familiar, el oficial de la Marina de Guerra, Ángel Riva Suardíaz.
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Gracias a un anuncio de este periódico, del 8 de agosto de 1902, pudimos conocer que allí se organizaban giras campestres, bodas, banquetes, bailes, comidas y se servía abundante cerveza para fomentar su consumo y darse publicidad. Seguramente tuvieran una cocina para dar servicio a sus decenas de trabajadores o lo emplearan, como si de un restaurante se tratase, para hacer comida en grandes eventos. También es conocido que la fábrica se empleó, durante la Guerra Civil, como refugio antiaéreo. Muy seguramente la segunda planta subterránea del edificio principal.
Esta factoría cesó su función en la década de 1960 y en 1976 fueron proyectadas allí dos torres de viviendas por Joaquín Aranda.
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Desde el camino del Lucero se puede ver un chalet rodeado de un jardín histórico con tres cadáveres de palmeras; esta era la clásica casa de dirección, donde vivió José Luis Bachmaier frente al perímetro fabril. Esta casa con un ojo de buey en el hastial tiene una fisionomía muy parecida unas pequeñas naves pareadas que aparecen en fotografías y anuncios de época fundacional. Frente a esta casa, a pie de calle, puede verse el antiguo pozo del que sacaban agua para la fábrica.
Como elemento materiales no cabe otra que pensar en las botellas de cerveza, pero de estas hay muchas conservadas en museos y por coleccionistas; sin embargo, lo que nadie conoce es el barril de cerveza La Estrella que el interiorista Carlos Botas Adaro tiene en su estudio de la calle Uría. Pues sí, unos vestigios de la cerveza que ganó la medalla de oro de la Exposición Internacional de Londres de 1896, fue una de las mejores del mundo en aquel momento y se producía en Gijón, en El Natahoyo.
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