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A Gaspar Llamazares (Logroño, 1957) el confinamiento le pilló a punto de iniciar la promoción de 'La izquierda herida', el primero de la trilogía sobre lo que él llama «la década populista». Este domingo estará firmando ejemplares de la tercera parte, 'Del sueño democrático a ... la pesadilla populista', en la Feria del Libro (Librería Atenea. Caseta 23, de 18 a 20 horas).
-Ha cogido carrera como escritor.
-Lo que intento no es una cronología de los últimos tres años de populismo en España sino un análisis sobre cómo ha afectado a los partidos, al Parlamento, al Gobierno, a las instituciones del Estado e incluso a la geopolítica. Ahora es la bandera de un único partido, la ultraderecha, que es la que 'peor' representa esos tópicos.
-¿No se asaltaron los cielos?
-No, pero tampoco niego el reconocimiento a lo que supuso el 15M ni a su representación. Fue la llegada de una nueva generación política y la incorporación de esa sensibilidad a las tareas de gobierno. Cambió la noción del parlamento, de las instituciones y del gobierno, que ya no es de coalición como los que hubo en Asturias, sino compartimentalizado y presidencialista.
-La dirección política, ¿ha dejado de decidirse en el seno de los partidos?
-Hay una suerte de suspensión del papel de los partidos. Estos, que tenían una dinámica endogámica antes de la crisis del 15M, se han convertido en partidos pretorianos que le sirven al líder. Quien interlocuta con la sociedad e interpreta lo que necesita ya no es el partido sino el líder.
-¿La izquierda ha perdido la calle o la ultraderecha quiere hacerse con ella?
-La izquierda no la ha perdido. Por su parte, la ultraderecha tiene todas las patologías del populismo llevadas al extremo. En España tiene características peculiares porque no deja de ser un hermano descarriado del PP. Se nota en la interlocución con algunos sectores.
-¿El análisis vale para Asturias?
-La endemia populista afecta al conjunto de la sociedad. No es a nivel regional sino nacional e internacional. Estamos viendo cómo se está edificando sobre esa lógica amigo-enemigo, del autoritarismo.
-O sea, negociar se ha convertido en vencer al otro.
-La reforma laboral es el parteaguas de la legislatura: divide a los que están dispuestos a volver a la política y a regenerarla reconociendo el diálogo y la negociación, y los que todavía están parados mirando como una estatua de sal al populismo.
-Deduzco que, para usted, esa regeneración es Yolanda Díaz.
-Representa esa posibilidad de que se recupere una izquierda seria, amable, capaz de dialogar, negociar y cambiar la vida de la gente, lejos de posiciones de agitación y de crispación.
-Su tradición política es otra...
-Sí, pero Pablo Iglesias, en su momento, pasó de ser un enfervorizado populista a adoptar una estrategia muy tradicional, de alianza con el PSOE y de gobierno de coalición. Lo peor del populismo es que está favorecido por la lógica digital. Antes había discurso y matiz, ahora es una cosa o la contraria.
-Y esto, ¿donde le pilla a usted?
-Me pilla mayor (risas). Cualquier persona de izquierdas tiene que estar dispuesta a confiar en este proyecto. Yo lo voy a hacer. Tengo buena relación con Yolanda, y veré lo que me pide y lo que puedo dar.
-¿Ya han hablado?
-Sí, tenemos una relación cordial. Sabe que cuenta con mi apoyo y el 8 de julio estaré en su acto en Madrid.
-¿Y si lo que le pide pasa por Asturias?
-Mis ambiciones políticas ya están colmadas.
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