LAURA CASTAÑÓN
Domingo, 14 de agosto 2022, 00:30
Hay gijoneses que nacen en San Sebastián porque a veces a la historia le da por complicar las cosas, y ese fue el caso de Paz Fernández Felgueroso, que llegó al mundo en septiembre de 1937 en otra ciudad acariciada por el mismo mar, aunque ... apenas tuvo tiempo de reconocer su aroma. Con un mes, la familia retornó a Gijón y desde entonces fue el Bibio el escenario de una infancia feliz dentro de las coordenadas que escribían aquellos años oscuros.
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Paz Fernández Felgueroso no ha perdido ni un solo átomo de la pasión que vive en sus ojos, por más que los años hayan tratado de ponerle sombras a la claridad verdosa de la mirada desde la que se asoma a lo que ocurre, indagando, tratando de encontrar la razón última, buscando el modo de mejorar aquello que le gusta menos. Siempre ha sido así, tal vez desde que de niña tuvo la suerte de dar con unas monjas en el Colegio de la Asunción que consideraban que era importante la formación, más allá de aquello de la cultura general que las circunstancias imponían. De aquellos años guarda la memoria de las amigas de entonces, apasionadas también por el aprendizaje, como Margarita Salas, empeñadas en que sus voces encontraran un hueco para expresarse entre las voces de tantos hombres, para contribuir a hacer del mundo un lugar mejor. Tal vez ahí empezó a nacerle la conciencia feminista, en la convicción de que había que luchar por la igualdad y no era un camino fácil.
Hay determinación en esa mirada también, aunque haya tenido que conocer el sabor de la renuncia, como la que le llevó a abandonar su primer deseo de estudiar Medicina, a causa de la prematura muerte de su madre y la necesidad, cosas de entonces, de que como la mayor de las hermanas tuviera que hacerse cargo del funcionamiento de la casa. La determinación que procede del encuentro con el mundo ajeno a los jardines del Bibio, cuando le nació el compromiso, que ya estaba ahí, pero que germinó con los estudios de Asistencia Social y el trabajo con aquellos cuyas condiciones de vida estaban pidiendo a gritos mejoras y leyes, especialmente las mujeres. Por eso sus pasos adquirieron la agilidad de quien siempre tiene prisa por llegar a las respuestas, por solucionar los problemas. Por eso y porque tuvo ocasión de confirmar lo que ya venía sospechando, la ímproba tarea que quedaba por delante para mejorar la situación de las mujeres en un tiempo en que solo ellas eran castigadas como adúlteras, y el crimen de un hombre que mataba a su mujer sorprendida en adulterio no tenía otra pena que el destierro, que para eso era un asunto de honor. Así vino lo de estudiar la carrera de Derecho cuando ya tenía dos hijos y en el transcurso de la cual nacieron los dos siguientes, porque además de reclamar en las calles, de militar en lo que se podía que eran las asociaciones donde se fraguaba la lucha contra la dictadura, también era necesario pelear desde el ejercicio de la abogacía (la primera mujer en ejercer en Gijón) y así lo entendió siempre. Así vino la política en diferentes cargos, el trabajo incansable, la dedicación a aquellos asuntos en los que desde la mirada clara tiñó de violeta cualquiera de sus decisiones.
En el rostro de Paz Fernández Felgueroso convive la firmeza con la ternura. Aunque las responsabilidades públicas parezcan haber colocado siempre en primer plano la primera, es en la parte de atrás de esos rasgos, en los pómulos de reminiscencias infantiles, en la sonrisa que se impone donde habita la sororidad y la empatía que hicieron de ella una alcaldesa (la primera que tuvo la ciudad) cercana a unos ciudadanos tan dados a expresar el cariño incondicional como la crítica en sus encuentros por la calle. Ha conocido el lado menos vistoso del ejercicio de la política, las amenazas que la obligaron a llevar escolta. Voluntariosa y tenaz, feminista siempre, dueña de sus silencios y generosa en sus palabras, Paz Fernández Felgueroso disfruta de una ciudad que le devuelve el amor que ella le profesa, y mantiene intacto el compromiso que como todo lo esencial, pervive en el tiempo, pervive en la memoria.
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