La feria que salta y gira

La feria de la Semana Negra continúa girando incombustible a ritmo de noria, en una edición que conserva muchos de sus estandartes, como la montaña rusa y los coches de choque. Pero ha habido algunos cambios y los responsables de estas atracciones, enamorados del público gijonés y viceversa, reclaman la vuelta de los grandes conciertos, «que generaban un ambiente con el que ganábamos todos», resume Javier Rodríguez, vicepresidente de la Asociación de Empresarios Feriantes de Asturias (Adefas). Él es dueño de atracciones tan míticas y fieles al certamen como el Saltamontes o el Extreme, ambas un éxito entre los visitantes de todas las edades.

Paco Sánchez, dueño de la famosa noria que cada verano da luz a la noche gijonesa, la más grande de toda España, se pensó esta vez «si acudir o no» a la cita «por los altos gastos logísticos». Igual que Aitor Gorricho, al frente de los coches de choque, y Enrique Bañuls, de la montaña rusa 'El Ratón Vacilón'. Por mucho que la gente continúe asistiendo en masa al recinto con ganas de disfrutar, insiste Rodríguez, «antes se venía a pasar todo el día, ahora solo pasan un rato», señala.

Feriantes y hosteleros apuestan por cuidar con todo el mimo posible la relación tan platónica como carnal entre el festival cultural y el ocio sin pretensiones, que distingue a la Semana Negra como un certamen único en el mundo.

Uno que cada año suma novedades y que gracias a atracciones como el Aerobabe de los Hermanos López, que llevan más de un lustro asistiendo sin falta al festival, atrae a las nuevas generaciones y sitúa a los más pequeños -y más que posibles futuros lectores del género- en el epicentro cultural de la ciudad. Aunque sea a lomos del Pato Donald.

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