Los ojos miran, como todo el mundo sabe. Pero hay ojos que además escuchan. A Félix Baragaño le llegó el conocimiento de escuchar con los ojos desde muy pequeño, en su casa cerca del Corazón de María, de la mano de su padre. Había llegado ... al mundo en el Sanatorio del Carmen, en 1959, y en esas coordenadas de Gijón transcurrió su infancia. Allí aprendió a observar, que es escuchar con los ojos, y en la memoria permanece la figura de su padre, empresario, entregado permanentemente a su trabajo, que solo interrumpía para jugar con los cuatro niños, y cuyo ocio consistía en diseñar todo lo que se le ocurría ante los ojos de Félix Baragaño, que tal vez entonces aprendió el valor de una pasión.
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Hay trayectorias profesionales que se edifican con los ladrillos de la presión familiar, de cumplir en los hijos las expectativas propias, de vivir a través de ellos las vidas que las circunstancias no han podido permitir. No fue el caso. El padre de Félix Baragaño, insistió siempre en que los hijos buscaran su propio camino. Y esa ausencia de presión tal vez estuvo en el origen para que aquel chavalín se inclinara siempre por las ciencias y por las matemáticas y por todo aquello que tenía que ver con lo técnico. También esos años son los del baloncesto, una pasión que lo llevó a estudiar COU al colegio de la Inmaculada (después de pasar toda su vida de estudiante en el Codema), bajo la tutela del inolvidable Pachi Cuesta. Había crecido muy pronto y empezó siendo pívot. Pero a medida que el resto del equipo fue dando su estirón, se fue situando en distintas posiciones hasta establecerse como resolutivo escolta. Cambiar de colegio, confiesa sonriendo, tuvo también el aliciente de compartir aula con chicas, algo impensable en aquella época en su anterior etapa.
Félix Baragaño se incorporó a la empresa familiar con su título de ingeniero recién conquistado y con la certeza de que seguía siendo aprendiz de todo. Y observar el trabajo de su padre, su manera de relacionarse y de entender en qué consiste ser empresario, la dedicación que ponía en todo ello, fue durante un año la mejor de las escuelas, que se vio interrumpida por la enfermedad y posterior fallecimiento. Y aunque Félix Baragaño era su sucesor al frente de SEM, no fue hasta unos cuantos años más tarde cuando consideró que reunía todos los requisitos necesarios para hacerse cargo: hasta ese momento se dedicó a aprender cada uno de los procesos, a conocer a fondo los entresijos de maquinaria y tareas, a escuchar a los trabajadores y a observar.
Los ojos de Félix Baragaño, que siempre tuvieron una claridad natural, han ido adquiriendo una consistencia líquida como si se hubieran acostumbrado a mirar desde la transparencia, a calibrar las dificultades en su justa medida y a hacer del optimismo la principal herramienta para trabajar. Desde hace años se ocupa sin descanso, además de su propia empresa, de todo aquello que tiene que ver con el asociacionismo empresarial, en la convicción de que esa es la forma de devolver de algún modo a la ciudad lo mucho por lo que se siente agradecido. Primero, desde el Club de Calidad como vicepresidente, pasando por distintas asociaciones empresariales, la vicepresidencia de Femetal, y de la Fundación Gijón Baloncesto, y desde el 2011, la presidencia de la Cámara de Comercio, cuya cara más visible es el recinto ferial, donde la actividad de carácter social se sostiene gracias a una sólida estructura empresarial.
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Félix Baragaño mira con la esperanza de quien sabe que es básico escuchar, que solo así se sientan las bases de un razonable optimismo. Amante de la pesca, de cuidar de su jardín, del deporte, descubrió recientemente el 'autocaravaning' que lo tiene entusiasmado. Siempre recuerda la frase que le decía su abuela y que de alguna forma marcó su vida: padres bodegueros, hijos caballeros, nietos pordioseros. Sabe que lo único que quiere seguir siendo toda su vida es ese bodeguero del que hablaba su abuela y esa certeza la infunde con su ejemplo en sus hijos. Y aunque de niño muy pequeño, apasionado por los helados, hubiera querido ser heladero, sabe que desde donde uno esté tiene que ser consciente de lo importante que es crear. Desde la mirada que escucha.
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