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COVADONGA DEL NERO
GIJÓN.
Sábado, 27 de febrero 2021, 01:43
Araceli Ruiz Toribios falleció durante la madrugada de ayer a los 96 años. Quien fuera niña de la guerra, en septiembre de 1937 abandonó Asturias en un carguero de carbón que zarpó de El Musel rumbo a la Unión Soviética y no volvería a su Asturias natal hasta 1980. Según fuentes familiares, durante la tarde noche del jueves, Araceli sentía un dolor en la tripa que pareció no ir a más. Ayer por la mañana, yacía muerta debido a causas naturales, en la cama de la residencia Rey Pelayo, de Gijón, donde se encontraba desde hace algo más de un año.
La historia de Araceli Ruiz Toribios es de esas que podrían salir en los libros e, incluso, dar el salto a la gran pantalla. «Araceli era una enciclopedia. Era la memoria viva de los niños de la guerra», explica Dolores Cabra, miembro de la asociación Archivo, Guerra y Exilio (AGE). Araceli emprendió en 1937 este viaje con dos de sus hermanas. Su hermana pequeña, Angelita, tenía 5 años; Conchita, 11; y ella, 13. Tras su deceso, solo vive Angelita.
Esta niña de la guerra tuvo una vida «muy intensa». En la URSS pudo llevar a cabo todo lo que en España nunca podría haber hecho «debido a las penurias de la época». Apenas cuatro años después de llegar, en 1941 -entonces tenía 17 años-, Araceli revivió la imagen de los aviones sobrevolando la ciudad, ese aviso inminente de una guerra. La primera vez que había visto esa imagen era Asturias, en el inicio de la Guerra Civil, y los aviones pertenecían al bando franquista. Un sonido y una imagen que asociaba con su huida de las bombas hacia un país de acogida. Esa segunda vez, la guerra era mundial, la segunda, y los aviones pertenecían a la ofensiva de Hitler. «Tenía miles de historias que contar», recuerdan quienes la conocieron.
En 1961, se reencontró con sus padres en Cuba. Fue en La Habana. «Era una historia que contaba estremecida y emocionada». Y en 1980 regresó a Asturias, para no dejar nunca de luchar. «Fue siempre una resistente. Siempre luchó para que los retornados tuvieran una casa y un reconocimiento». En esas batallas la conoció Dolores Cabra, cuando comenzaba a luchar con AGE, en 1995. «Conseguimos que en 2005 se les reconociera una prestación que les duraría de por vida», recuerda. También la organización Niños de Rusia la recuerda como «un referente en nuestra comunidad a la hora de dar visibilidad a nuestro colectivo».
Hace algo más de un año, comenzó a perder esa memoria prodigiosa que escondía pedacitos de la historia contemporánea y sus hijas decidieron ingresarla en la residencia gijonesa, donde falleció la madrugada de ayer.
Sus restos mortales se velan en el tanatorio de Cabueñes y mañana serán incinerados a las 16.30 horas.
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