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eugenia garcía
Domingo, 21 de julio 2019, 17:55
«El Cantábrico nos ha toreado un poco con las nubes bajas, pero esperamos que nos permita disfrutar de un buen espectáculo», reconocía el speaker de la XIV Edición del Festival Aéreo, Antonio Hinojosa, poco antes de las dos de la tarde, tras anunciar el tercer retraso del inicio del espectáculo. Y es que la meteorología fue el principal enemigo de esta cita ineludible del verano gijonés que comenzó, finalmente, con dos horas y media de retraso.
Fue la falta de visibilidad en el aeropuerto de Ranón y el aeródromo de La Morgal, que dificultaba el despegue y aterrizaje de las aeronaves, la principal causante del retraso en el comienzo de la cita mientras en la bahía de San Lorenzo el orbayu mañanero daba paso a un cielo progresivamente más despejado. No obstante, debido a las inclemencias meteorológicas los ultraligeros que iban a surcar el cielo como preludio del espectáculo que vendría después tuvieron que cancelar su participación.
Impacientes se encontraban los pequeños Adrián y Miguel, de 3 y 8 años respectivamente, que llevaban esperando desde las doce junto a sus padres. Su madre, Maite Méndez, auguraba que la espera merecería la pena. «Nos presta mucho verlo, es un espectáculo original y si hay que comer a las cinco, comemos a las cinco». Miguel, por su parte, vestido con una camiseta de la Patrulla Águila aguardaba también por el Eurofighter, «que vuela muy rápido y hace unas acrobacias muy guays». «Mi favorita es en la que el avión sube y luego desciende en picado para hacer loopings», describía ilusionado.
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Y, por fin, pasadas las dos y media de la tarde llegó el momento que las miles de personas distribuidas a lo largo del Muro, en la arena de San Lorenzo gracias a la marea baja, el Cerro de Santa Catalina y la Providencia anhelaba. «Señoras y señores, bienvenidos al Festival Aéreo de Gijón. Gracias, venimos desde lejos pero estamos como en casa», se escuchó por megafonía. «No queríamos cancelar un evento que nos llena de orgullo», dijo poco antes de dar paso al helicóptero Helimer de Salvamento Marítimo, que entraba entre aplausos en la bahía de San Lorenzo por encima de la iglesia de San Pedro, una máquina que puede avanzar incluso a más de 300 kilómetros por hora.
El nordeste permitió finalmente que se despejara el cielo para ceder el protagonismo a los actores principales de la jornada. Tras una completa exhibición de rescate a cargo del Helimer, llegó el turno de los Bomberos de Asturias, con dos máquinas, una de las cuales tomó agua frente al Muro para a continuación efectuar un espectacular lanzamiento que deleitó al público.
Los históricos
225 caballos bajo el capó tiene el Beechcraft T34 Mentor, una de las aeronaves históricas de la Fundación Infante de Orleans que entró en la bahía procedente de La Morgal con Carlos Valle, presidente de la Fundación, a los mandos para ejecutar una serie de acrobacias impresionantes para un avión de 1948 que se usaba para el entrenamiento de pilotos militares. «Lamentamos que el festival no sea todo lo brillante que merece esta preciosa ciudad», dijo Valle desde el aire.
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«¡Mira, ahí viene!», exclamaba alguien entre el público. Era el helicóptero patrullero del servicio aéreo de la Guardia Civil, cuerpo que celebra este año su 175 aniversario. La máquina, un AS 365 Dauphin fabricado por Airbus Helicopters, es uno de los 41 que tiene la Benemérita y se emplea para vigilancia de fronteras y control de pesca.
Los siguientes en sobrevolar Gijón y recorrer la medialuna de la playa de San Lorenzo dibujando a su paso sendas colas de efecto humo fueron dos aeronaves de los años 60, los Cessnas 'Skymaster' y 'Bird Dog', pilotados por dos Olías, padre e hijo. El 'Bird Dog' fue ampliamente usado en la guerra de Vietnam y el 'Skymaster' sigue en uso hoy en día para, entre otros, coordinar trabajos de extinción de incendios, dado que es un aparato muy seguro al disponer de dos motores en la misma línea de empuje.
El AB-212, el helicóptero de la Armada Española, presumió de potencia en varias impactantes trepadas antes de que entrara en escena el Canadair CL-415, avión anfibio destinado a apagar fuegos del grupo 43 de las Fuerzas Aéreas que realizó una demostración de amerizaje, recogida de 6.000 litros de agua en apenas quince segundos y despegue en el mar y voló muy bajo por encima del extasiado público de San Lorenzo.
Llegaron los cazas
Y empezó el ruido. El solo Alpha Jet de l'Armée de l'Air peligró durante unos instantes, pero finalmente el caza con el que aprenden a volar los pilotos franceses entró rugiendo en la bahía, a lo largo de la cual realizó incontables piruetas, vuelos a cuchillo y toneles en el aire que fueron recibidos con aplausos a lo largo de todo el Muro. Otro avión de combate del Ejército francés, el Dassault Rafale, entró a continuación en escena haciendo retumbar la ciudad y dejando sin aliento a los espectadores. «Estoy muy contento de sobrevolar Gijón. ¡Viva Asturias!», exclamó en perfecto castellano a través de la radio el piloto.
Los nueve Pilatus turbohélice del 'PC-7 Team', el equipo acrobático de la Fuerza Aérea Suiza surcaron el aire en perfecta formación de rombo. Hicieron gala de su precisión helvética para dar paso a la exhibición del solo y una impactante rotura de formación, seguida de varios cruce a cuatro en el que muchos contuvieron el aliento - «¡Van a chocar, van a chocar!», gritaban algunos- y que seguro sirvió a los aficionados para tomar buenas fotografías. También de maniobras como 'loopings', sacacorchos dobles, cascadas o espectaculares cruces a hasta tres metros de distancia, ya que el tiempo no les permitió dibujar el tradicional corazón. Se abrieron en abanico para despedirse y en este punto del espectáculo, pasadas las cuatro y media, Antonio Hinojosa informó de que las condiciones de visibilidad habían mejorado en el aeropuerto.
El esperado Eurofighter llegó presumiendo de potencia - tiene aún más que el Rafale- poco antes de las cinco, con cientos de miles de ojos pendientes de sus acrobacias, ejecutadas con máxima precisión. Es lo más moderno en cazas que hay en la industria aeroespacial europea y mundial y algunas de sus partes se fabrican y ensamblan en España. A su paso creaba una onda de choque de vapor de agua debido a la elevada velocidad y la humedad en el ambiente.
Rojo y amarillo
Los siete pilotos de la Patrulla Águila, el equipo acrobático de las Fuerzas Aéreas españolas, regresaron hoy a una ciudad en la que se sienten «como en casa» a los mandos de sus 'C-101'. Entraron en formación cuña dibujando una bandera de España que fue recibida entre vítores. A una distancia de un metro y medio continuaron en formación poker, demostrando la gran maniobrabilidad de sus máquinas. El escuadrón acrobático taladró el cielo gijonés con la bandera de España en un espectacular sacacorchos y después se colocó en formación flecha y mirlo, para dar paso a la segunda parte de la exhibición. Continuó con el cruce entre los 'Águila 6' y 'Águila 7', marido y mujer, un cruce doble y la maniobra 'Espejo suizo', también a cargo del matrimonio.
El comandante Garvalena demostró su pericia ejecutando varios solos con gran coordinación, como una serie de toneles rápidos, vuelos a cuchillo o en invertido antes de un nuevo vuelo en formación de los águilas 1, 2, 3 y 4, que se lucieron, entre otras maniobras, con el 'caracolo'. Reunidas de nuevo, las siete flechas de plata volvieron a realizar una pasada en formación, la 'Plus Ultra', dedicada este año a la efeméride de la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano. Tras volver a dibujar la bandera, sorpresa final. Desde Zaragoza, llegó un «gran oso gris», el Airbus A-400, el turbohélice de mayor potencia que se fabrica en el mundo, escoltado por la Patrulla Águila.
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