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La figura del arquitecto urbanista Francisco Pol, fallecido la semana pasada en Madrid a los 75 años, fue ayer reconocida por numerosos compañeros de profesión y políticos. Quien fuera concejal socialista de Urbanismo con Areces, Jesús Morales, le recordaba como «una gran persona y un gran entusiasta de su trabajo». Contaba Morales a este periódico el «imborrable recuerdo» de subir al Cerro con Pol y Chillida para enseñarle la ubicación para instalar el 'Elogio del Horizonte'. «Estábamos algo intranquilos, pero en cuanto Chillida vio las vistas se quedó encantado», rememoró Morales.
El exconcejal socialista recordó también «el impresionante conocimiento que tenía de Cimavilla. Conocía cada casa y cada calle. El trabajo que hizo en el barrio alto fue absolutamente extraordinario y meticuloso». En lo personal, Morales subrayó que «todos trabajábamos muy cómodos con él. Nos reuníamos una vez a la semana». También señaló que Pol impulsó la renovación de la plaza Mayor. «Hay que recordar que había un tráfico abundante por la plaza Mayor. Hoy parece imposible pensar que entraban los coches hasta por la calle San Bernardo», apuntó.
Por su parte, Francisco González Buendía, quien fuera consejero del Principado y técnico del Ayuntamiento, consideró a Pol como «uno de los mejores arquitectos urbanistas de España. Fue un número uno». Buendía destacó también la implicación y entusiasmo del fallecido en sus proyectos. «Era especial verle trabajar», anotó.
A las condolencias y reconocimiento se sumó también Jesús Martínez Salvador, actual concejal de Urbanismo, al reconocer que «su legado imborrable nos anima a continuar mejorando la ciudad».
«Gracias a él tenemos el 'Elogio del Horizonte' en Gijón. Era una gran persona»
«Fue un número 1 en España. Se implicaba de manera especial»
«Dejó una huella imborrable en la ciudad. Su legado ha de servirnos para continuar»
«Revitalizó Cimavilla, que era un barrio que estaba en una deriva muy mala»
«Era un hombre culto y sensible y un arquitecto curioso. Siento mucho su pérdida»
«Era un hombre sensible, un arquitecto curioso, un hombre culto. Siento mucho su pérdida. Cuando estuvimos haciendo el plan de Gijón yo y José Ramón Menéndez de Luarca, le cogimos para parte de Cimadevilla», apuntó el arquitecto ovetense, Ramón Fernández-Rañada.
Con Felipe Díaz-Miranda, también arquitecto en la capital, colaboró en diversos proyectos para la ciudad. «En mi estudio, por citar algún ejemplo, he tenido alguno de ellos como lo era la Plaza de Trascorrales, arrasada con posterioridad, o el también malogrado Museo del Jurásico en los depósitos de agua de la plaza de la Gesta en lo que hoy es el Auditorio, o el Palacio de Justicia de Llamaquique», apunta Díaz-Miranda, quien apunta a que tuvo «la suerte de convivir momentos entrañables en una época en la cual las ciudades y el urbanismo cambiaban nuestro hábitat y entorno para mejor».
El Colegio Oficial de de Arquitectos de Madrid le calificó como «un admirado profesional, profesor, colegial y gran amigo», anotó el decano, José María Ezquiaga. Su pérdida ha supuesto un duro golpe para sus compañeros de profesión. «El sentimiento de orfandad es tan grande que resulta muy difícil ordenar los recuerdos. Tuvimos el privilegio de conocer su desbordante vitalidad y la generosidad con la que compartía su conocimiento», reza el comunicado del colegio madrileño.
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