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En una votación masiva, los socios del Grupo Covadonga dieron ayer su apoyo a los presupuestos presentados por la junta directiva para el año en curso, ratificando con ello su confianza en el presidente, Antonio Corripio, quien se había mostrado dispuesto a ... convocar elecciones si las cuentas no salían adelante. En total, a las urnas instaladas en el pabellón Braulio García, que estuvieron abiertas durante ocho horas, acudieron 4.089 grupistas, una cifra más propia de una convocatoria electoral pero que no sorprendió a quienes consideraban que la de ayer era una de las citas más importantes de la historia reciente de la sociedad. En las elecciones de 2016 participaron 6.928 socios, de los que 3.641 se posicionaron a favor de la candidatura de Corripio, frente a los 3.254 que apoyaron la encabezada por Armando Menéndez. En esta ocasión y con el 100% de los votos escrutados, el resultado ha sido de 2.493 a favor de los presupuestos y 1566 en contra. En abril, con votación a mano alzada, las cuentas fueron rechazadas por 401 votos en contra frente a 350 a favor, creando una situación de bloqueo que la directiva grupista ha logrado salvar reformulando los números y renunciando, como entonces le pidió la asamblea, a la entrada de nuevos socios.
«Esta participación ha demostrado que los socios entienden que debemos modificar el sistema de participación en las asambleas. En las votaciones a mano alzada se vio una paridad muy grande. A lo largo del día esa participación física ha quedado diluida. Quiero agradecer a los socios que hayan venido un sábado a participar», destacó Corripio, que añadió que el Grupo respaldó a la junta directiva en una asamblea que calificó como la de «mayor participación» de la historia grupista.
El portavoz de los críticos y miembro de la antigua directiva de Ángel Cuesta, Melchor Fernández, quien a finales de julio inició una recogida de firmas para impulsar una moción de censura, anunció que se «reservaba» su derecho a iniciar acciones legales, al entender que el formato elegido para la votación no se ajusta a los estatutos. Según señaló, las urnas están limitadas a procesos como la elección del presidente o una moción de censura. Afeó además que el control de las mesas electorales corriera a cargo de personal del club y no de socios voluntarios.
La asamblea dio comienzo a las once de la mañana con algo más de quinientos asistentes, suficientes para que desde el primer momento empezaran a evidenciarse los roces entre partidarios y opositores a la junta directiva. Un amplio grupo de asistentes estalló en silbidos y gritos de «¡fuera, fuera!» cuando todos los miembros del equipo de Corripio, incluido el presidente, votaron en contra de uno de los socios que se habían postulado para formar parte de la mesa moderadora de la sesión. Se trataba de Mariano Muñoz, quien a la postre fue el que más apoyos obtuvo para integrar el órgano que debía encargarse de dirigir el debate, con 237 votos a favor y 164 en contra. La directiva justificó su decisión en que Muñoz fue una de las personas que abandonaron la primera de las asambleas repetidas por orden judicial aun siendo miembro de la mesa.
Junto a Muñoz estuvieron en la mesa Alejandro Molina (234 votos a favor y 137 en contra) y Juan Molina (236 a favor y 10 en contra). Este último, candidato a la presidencia del Grupo en 2008 y también crítico con la directiva, trató de aprovechar el micrófono que se le ofrecía para criticar la falta de «ética» del presidente al votar en contra de su compañero de mesa, agradeciendo al mismo tiempo a quienes le votaron «por permitir que intentemos llevar esta asamblea de la forma más transparente posible, esa transparencia de la que tanto habla el presidente». Su intervención fue interrumpida también con silbidos y voces que le recordaban que «estás ahí para moderar», a quienes Molina replicó con un severo «ya veo cuál es el grado de democracia que tienen ustedes». No fue más que el primer choque de trenes.
Después de una introducción inicial del presidente en la que destacó que «estamos cumpliendo, con nuestros aciertos y nuestros errores, el programa electoral con el que fuimos elegidos por mayoría» y de la intervención del tesorero para presentar los presupuestos, llegó el turno para que los socios tomaran la palabra, manifestando posturas muy contrapuestas.
Entre los críticos destacó la voz de Melchor Fernández, quien dejó claro que «no creo en este presidente ni en que pueda solucionarlos problemas del Grupo, sino que genera más». Reprochó a Corripio que vinculara la votación del presupuesto a su continuidad al frente de la entidad, «porque nos obliga a tomar una decisión en la que, pudiendo estar de acuerdo con los números, no lo haces con quien los lleva, o al revés. Pero para mí no se trata de votar unos presupuestos, sino de confianza. Y como yo no la tengo, votaré que no».
Fernández cargó en su intervención contra la falta de respuesta de la directiva a una consulta realizada en marzo sobre el contrato de las máquinas de ‘vending’ del Grupo, «esas en las que metes una moneda y, con suerte sale algo. Pero por lo visto soy transparente, no existo y no me contestan». Y citó a varios socios que se han pronunciado por diversos medios en contra de sus críticas a la directiva. «¿Qué mejor sitio que esta asamblea para venir a decirme lo que me tengan que decir?».
Entre quienes se manifestaron a favor de la junta directiva destacó Víctor Díaz, quien, antes de que se produjera, llegó a definir la votación de ayer como «una disyuntiva entre aprobar los presupuestos y dar estabilidad al club o ser cómplices de una venganza personal». Sin dar nombres, aunque en una clara alusión a Fernández, advirtió de que «hay un socio que es el defensor del hostelero que llevó la cafetería entre 2004 y 2016 y que nos ha dejado una deuda de 43.500 euros» y preguntó a los presentes «si en esas condiciones ustedes habrían renovado ese contrato».
Consideró que «aunque la gestión actual es mejorable, estamos viendo una línea de una honestidad inédita en esta sociedad y eso hay que valorarlo. Quienes han perdido algunos privilegios, que si las canchas o ser proveedor a dedo, que hagan una autoreflexión y vean si eso de lo que estaban beneficiándose era correcto o no».
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