MARCOS MORO
Miércoles, 2 de noviembre 2022, 01:49
Miles de gijoneses cumplieron con la tradición de honrar a sus seres queridos para celebrar el Día de Difuntos en el año de la recuperación de la normalidad postpandémica. Los ochos cementerios municipales tuvieron un goteo constante de visitas a los nichos y columbarios desde ... el pasado sábado. El puente festivo de Todos los Santos permitió hacer el desplazamiento a los camposantos de forma más escalonada y, por este motivo, ayer no se registraron grandes concentraciones de personas en las necrópolis gijonesas y fue posible encontrar aparcamiento incluso en las dos principales: Ceares y Deva. Aunque las mascarillas y el gel hidroalcohólico ya no son obligatorios algunas familias no quisieron prescindir de estas medida de prevención ante sus difuntos.
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Las hermanas Begoña y María Jesús Cueto, que viven una en Huelva y otra en Gijón, se reunieron en el Bosque de Cenizas del cementerio de Deva para visitar el árbol donde reposan los restos de sus progenitores Herminio (fallecido en 2000) y Adela (cuyo óbito fue en 2013). «Hay que venir todo el año y no en fechas señaladas», defiende María Jesús, que predica con el ejemplo, «Esto es mucho mejor que los nichos de toda la vida, porque nuestros padres están en un lugar integrado en la naturaleza», anota Begoña.
En Deva también se reunieron en el Día de Difuntos tres generaciones de la familia Pérez Lozano con los hermanos Jorge, Arturo y Sagrario a la cabeza. Esta familia, originaria de Grandas de Salime y Pola de Allande, tiene dos panteones en el camposanto. «Para nosotros es muy importante reunirnos los descendientes vivos y venir a acompañar a nuestros seres muy queridos, a los que van faltando, porque ellos viven en nuestros recuerdos», comentan casi al alimón Arturo y Sagrario. En los panteones familiares descansan los restos de padres y abuelos y también una cuñada fallecida en 2020. que es la pérdida más reciente. La reunión familiar continuó el resto de la jornada con una mesa reservada para 14 en el restaurante La Pondala de Somió.
También acudieron ayer al nicho que tienen en Deva la familia Carnero. Lo hicieron para honrar la memoria del cabeza de familia, Avelino Carnero, fallecido en 2002. Los hermanos Pedro Avelino y Luisa, junto a la viuda, María García, y el marido de la hija, Herminio Torre, trajeron claveles frescos al patriarca, que «le gustaban mucho». «Es un día de recuerdo que va a ir cambiando con el tiempo porque las nuevas generaciones nos vamos a ir incinerados todos», señala Luisa, a lo que su marido apunta entre bromas que «yo no, que pienso quedar aquí para contalo».
En el cementerio de Ceares los hermanos Toyi y David Pereira Vega acompañados de las hijas de ella, Marta y Carmen, y de su nuera Val, se reunieron en torno al nicho que la familia tiene en propiedad desde 1920 en El Suco y en la que reposan siete antepasados. Acudieron a honrar a la madre y abuela Toya Vega, la última allí en ser enterrada. «Ella nos inculcó la tradición de venir aquí desde pequeñas, en abril se cumplirá un año de su fallecimiento, y se revolvería en su tumba si no le trajésemos flores auténticas (margaritas, paniculata y rosa blanca», comenta su nieta Marta.
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Las flores también tiene un significado especial en este día para Fernando y Mario San José, padre e hijo, porque representan a los cuatro nietos de Marisol y Francisco en el nicho familiar de Ceares, que conservan impoluto, aunque «el cristal de protección ya nos lo rompieron dos veces».
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