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OLAYA SUÁREZ
GIJÓN.
Martes, 7 de enero 2020, 00:40
«Mamá te espera». Han pasado más de diez años, pero en casa de Pedro Matías Sánchez le siguen guardando su sitio. Por si vuelve. Porque Rosa Riesgo, su madre, no pierde la esperanza de que su hijo, que hoy tendría 41 años, aparezca ... un día por la puerta. Tal y como se fue aquel 26 de marzo de 2009.
En el domicilio familiar de la calle Puerto Rico, en La Calzada, han pasado las décimas navidades con la angustia de no saber qué ocurrió con un hombre, «con una vida de lo más normal, muy familiar y cariñoso», que una buena mañana salió a dar un paseo y nada más se supo de él. «Como si se lo hubiera tragado la tierra», señala su madre. «La vida ha cambiado por completo, todos los días son durísimos, pero en Navidades se hace incluso más cuesta arriba si cabe...», explica Rosa.
Pedro Matías Sánchez Riesgo vivía con su progenitora y con su abuela, ya fallecida. «El disgusto de Pedro Matías se la llevó por delante», asegura.
Se encontraba en paro después de largas temporadas enlazando un trabajo con otro en el sector de la siderúrgica. «Estaba esperando porque le iban a volver a llamar de la fábrica en la que había estado trabajando hasta los últimos meses, era un chaval muy trabajador», dice.
En su entorno no habían apreciado ningún cambio en su comportamiento y tampoco detectado ninguna otra señal de alarma que presagiase una ausencia voluntaria. De hecho, para su familia, a día de hoy, su desaparición no fue decidida por él mismo, si no que habrían intervenido o factores externos u otras personas. «Vio algo que no debía o sufrió un accidente», mantiene su familia.
Una de las últimas personas en ver a Pedro Matías fue un conocido suyo, con el que se encontró casualmente subiendo hacia la Campa Torres, cerca de la fuente de Jove. Eran poco más de las dos de la tarde. Cuando a las tres no llegó a casa a comer su madre ya se temió lo peor. «Le llamé pero tenía el móvil apagado, entonces supe de forma instantánea que le había pasado algo malo, nunca jamás se retrasaba sin avisar», explica. Y así fue dado el devenir de los acontecimientos.
A las dos horas, hacia las cinco de la tarde, la madre interpuso la denuncia en la Comisaría y ese mismo día se puso en marcha la investigación de las fuerzas y cuerpos de seguridad para lograr alguna pista sobre el paradero del joven. «La verdad es que siempre he tenido mucha ayuda de la Policía, durante estos diez años el apoyo ha sido total y les estoy muy agradecida, más no han podido hacer, el caso está muy complicado, pero ellos en ningún momento han dejado de trabajar en él, el caso sigue encima de su mesa», explica.
Los trabajos policiales corren a cargo de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Comisaría de Gijón. La desaparición sigue entre los asuntos abiertos, si bien el paso del tiempo corre en su contra a la hora de obtener nuevas pistas o indicios de los que tirar para arrojar luz al intrincado caso.
«Una no se acostumbra por mucho tiempo que pase, es una losa que llevas encima y cada día que pasa, la ausencia es peor...», lamenta Rosa Riesgo. «Albergo una pequeña esperanza de poder saber qué pasó aquel día...», añade.
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