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P. LAMADRID
GIJÓN.
Lunes, 12 de febrero 2018, 00:49
Un incendio dejó sin hogar a David Martín justo hace un año. Vivía sin luz y sin agua en la casa en la que nació y había vivido casi toda su vida en la parroquia de Deva. Había dejado la cocina de leña encendida para ... poder comer caliente al llegar de cuidar el ganado. Ese fue el origen de las llamas que calcinaron la modesta vivienda. Para ayudarle, sus vecinos organizaron una campaña de recogida de fondos. Tras publicarse la noticia en EL COMERCIO, el afectado logró reunir 12.000 euros en tan solo cuatro días gracias a la generosidad de los asturianos.
La idea era destinar ese dinero a reconstruir la casa, situada en el camino de la Trapa. El conde de Revillagigedo, Álvaro Armada, es el propietario de la vivienda. Años atrás, se la cedió al abuelo de David, quien trabajaba como jardinero para la noble familia. Los papeles que certificaban este acuerdo se quemaron en el incendio. En junio del año pasado, Armada cedió la vivienda de forma gratuita al afectado, pero las trabas legales han impedido que se inicien las obras para volver a edificar. Al parecer, la normativa vigente no permite segregar la porción de terreno en la que se enclava la construcción. David, con la ayuda de las cuatro vecinas que le ayudan y le dan cobijo día a día después del incendio -una ganadera (Begoña), una autónoma del sector de la jardinería (Duli), la propietaria de una empresa de contenedores (Begoña) y una jubilada (Carmina)-, trata de encontrar el encaje legal necesario para poder acreditar la propiedad del terreno e iniciar los trabajos.
«El dinero está depositado en la Caja Rural y no se va a tocar hasta que David tenga la propiedad a su nombre», asegura Duli Álvarez, una de las residentes en Deva que presta apoyo a este ganadero de 44 años. «Los vecinos pretendemos ayudarle a reconstruir la casa con lo que recaudó con las donaciones y lo que estamos dispuesto a darle», apunta. En este sentido, destaca la colaboración mostrada por el Ayuntamiento para resolver la situación de David, aunque las gestiones se presumen largas en el tiempo por la complejidad que entrañan.
Desde el primer momento en que se dio a conocer la tragedia sufrida por David, la Fundación Municipal de Servicios Sociales se puso en contacto con él para prestarle ayuda. Pero no fue necesario porque sus vecinas le proporcionan alimentos y alojamiento desde que las llamas destruyeron su hogar. Así, unos días David come en casa de una y duerme en la vivienda de otra, mientras que una tercera la presta unas cuadras que tiene libres. «Estoy muy agradecido a todos», asegura. Sobre todo, a las cuatro mujeres que se han convertido en sus peculiares ángeles de la guarda. «Ya soy, más o menos, como de la familia. No me dejan ni respirar», bromea. Aunque también reconoce que tiene ganas de estar en su hogar. «Lo que falta ye la casa», indica. Lleva un año sin pisar el hogar que conoció desde que vino al mundo y eso pasa factura. «Hay días que estoy por el suelo», lamenta. A pesar de estar bajo de ánimos, David continúa luchando por salir adelante. «Ahora tengo nueve vacas, diez ovejas y cinco cabras», enumera. El oficio de ganadero no es fácil y, en los últimos tiempos, ha tenido que hacer frente, además, a varios sustracciones de animales. «Me robaron las cabras y las pitas y me mataron a tres ovejas. El problema es que ya no estoy cerca para controlarlo porque el ganado lo tengo junto a la casa que se quemó», explica.
Respecto a la solidaridad demostrada por los asturianos, se siente muy complacido por tantas muestras de generosidad. «Incluso me pregunta gente que conozco y que no vive en Gijón», destaca. David pone toda su ilusión en que las trabas burocráticas se solucionen pronto y pueda regresar pronto al que siempre llamó su hogar. «Tengo esperanzas de que para la primavera podamos empezar las obras», señala. El incendio ocurrido el 10 de febrero de 2017 dejó sin nada al ganadero. Hasta ropa le tuvieron que prestar los residentes en las casas colindantes.
Su situación era precaria. Se alimentaba gracias a las hortalizas que cultivaba y las materias primas que obtenía gracias al escaso ganado de su propiedad. Cuatro meses antes le habían cortado la luz «sin avisar». Tampoco tenía agua, que extraía de un manantial que hay en la finca. Durante quince años había trabajado en la construcción, pero con la crisis llegaron los problemas.
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