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AIDA COLLADO
GIJÓN.
Sábado, 16 de marzo 2019, 03:29
Por un lado, están los hechos: el Hospital Cruz Roja puso ayer en marcha su nueva unidad de micropigmentación de areola y pezón. Es la primera que echa a andar en Asturias y la segunda unidad de enfermería de este tipo de todo el país. Hasta ahora, solo existía la del Ramón y Cajal, en Madrid. Fueron sus profesionales las que formaron al personal de Cruz Roja y, ayer, viajaron a Gijón para asistir al estreno del procedimiento en Asturias. El servicio está incluido en el convenio singular del hospital con la red sanitaria pública del Principado e irá realizando este procedimiento a medida que el Sespa le derive pacientes.
Por otro lado, está su impacto en la vida real: «Es un cambio total. Después de tanto tiempo vuelvo a ser yo». Lo dice Ana Fernández, la primera paciente que ayer fue tratada y a la que tras años de incertidumbre se le regaló una gran dosis de normalidad en menos de una hora de tratamiento. A Ana la diagnosticaron de cáncer de mama en abril de 2017. Apenas dos meses después le habían extirpado un pecho. El otro se lo quitaron un año después, a modo de prevención. De esa intervención salió con las dos mamas reconstruidas, pero incompletas. «Eran solo dos bultos, no las veía reales», cuenta. Les faltaba la areola y el pezón. Un problema al que Eva González -la enfermera encargada de la unidad en Gijón- puso solución ayer, guiada por sus formadoras, Olga Saceda, la supervisora de la unidad de micropigmentación del Ramón y Cajal, y su colega Azucena Marzo. El procedimiento, explican, es sencillo y «mínimamente invasivo», aunque requiere de destreza. Se trata de introducir pigmento en la dermis y la intradermis. «Todos los componentes son químicos, no naturales, para evitar alérgenos y no tiene nada que ver con un tatuaje, que es más profundo, utiliza máquinas con motores más agresivos y usa tintas de bases alcohólicas. La base de los pigmentos que usamos nosotros es glicerina o agua», explican. Esto se traduce en que los colores son más estables, aunque el resultado no es permanente. Dura en perfecto estado uno o dos años, aunque nunca llega a desaparecer del todo. «Esto tiene más ventajas que desventajas, ya que el pecho mastectomizado no cae igual que el natural y esto permite realizar pequeños ajustes con el tiempo», amplían.
Tiene más beneficios psicológicos que físicos. Consiste en poner el punto y final a una dificilísima etapa. «La semana que viene cumplo 50, así que ahora toca celebrarlo y pasarlo bien. Toca vivir», zanja Ana. Por fin.
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