MARIO ÁLVAREZ
GIJÓN.
Lunes, 16 de noviembre 2020, 00:45
La pandemia no multiplicó la cantidad de personas que piden ayuda para dejar las droga pero vuelve más difícil ganar esa batalla. Lo advierte Julio Jonte, director de Proyecto Hombre en Asturias: «El confinamiento ataca a nuestra mejor herramienta: la velocidad de respuesta».
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Jonte tiene comprobado cómo aquellos casos que se tratan desde el momento en el que lo solicitan «obtienen mejores resultados». «El factor motivacional mueve montañas pero es un factor efímero, si no lo aprovechas desaparece», apunta. Por eso el porcentaje de éxito aumenta cuando lo pide la propia víctima y no sus familiares o amigos.
Ese es el talón de Aquiles de las terapias y el motivo por el cual el especialista pide que, de cara a confinamientos, las autoridades asuman que si de salvar la salud es de lo que se trata, hay colectivos a los que no se les puede privar de la atención cara a cara. Si hay un nuevo encierro «serán muchas las personas que no recibirán la atención más oportuna», teme.
Durante el confinamiento, «no se podían producir nuevos ingresos y tampoco regresar a los domicilios con el alta» por lo que la lista de espera aumentó y con ella, «el drama de muchas personas y familias a las que se prolongaba su dolor por no poder dar una respuesta efectiva a causa de las restricciones sanitarias».
El confinamiento impide llegar a tiempo pero también mantener los avances logrados, por eso si hay confinamiento Proyecto Hombre buscará «garantizar que todas las víctimas puedan ser atendidas presencialmente en el momento que lo demanden, ya que de no ser así, sus terapias se verían gravemente afectadas».
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En la primera ola se trató de suplir el contacto con un servicio telemático, pero «un paciente en estas circunstancias necesita una mayor atención que la que podemos proporcionar a través de una pantalla». Proyecto Hombre insiste en que si se cumplen sus pretensiones «podrán hacer frente a la demanda a pesar de las restricciones de aforo ya existentes».
Jonte tira de números para negar que la pandemia se haya traducido en más adicciones: «Si nos fijamos en las cifras de cada ejercicio observamos estabilidad, en los meses de marzo y de abril no se observa un repunte en la demanda del servicio». Pese a tener que haber reducido su capacidad en los tres centros de Asturias, situados en Gijón, Oviedo y Candás, desde junio han ingresado 54 personas, una cifra muy similar a la de ejercicios anteriores en el mismo periodo del año.
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Si las tendencias se mantienen, a final de año «se habrán atendido en torno a 800 personas en los centros de Asturias» comparables a los 819 que requirieron atención en 2019.
Jonte alerta sobre un incremento en el número de mujeres, que el año pasado alcanzó su cifra más alta al representar un 24% del total, «una tendencia que cada curso sufre un leve repunte». Por ello están cambiando sus programas: «Están demasiado enfocados al varón y necesitamos adaptarnos a una nueva perspectiva de género en el tratamiento».
La mayoría de las mujeres acuden por problemas «con el alcohol o psicofármacos» mientras que los hombres, en su mayoría «tienen el consumo de droga como denominador común, aunque en muchos casos también presentan adicción al alcohol». Jonte «no es muy partidario de cuantificar la sustancia que motiva la atención porque en la mayoría de los casos, son varias las que les han conducido hasta Proyecto Hombre».
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Independientemente del motivo, el tratamiento responde a un plazo óptimo de año y medio, dividido en tres fases de mayor a menor grado de vigilancia, «que se puede prolongar en función de las necesidades del paciente».
Al terminar «el antiguo paciente se encuentra ante un momento clave porque tendrá que comenzar una nueva vida en la que encontrará muchas dificultades». Con el objetivo de alcanzar una reinserción personal, familiar y laboral, Proyecto Hombre apuesta por Insola, «un programa que busca la inserción sociolaboral en un plazo de cuatro años y que les ayuda a conseguir ese empleo que tanto necesitan para volver a ser los dueños de sus vidas».
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El camino está lleno de sacrificios, también en la recta final, pues se recomienda a la persona que se distancie «del grupo de gente que le ha conducido hasta allí porque de no ser así, el riesgo de recaída aumenta». Incluso, durante su estancia en Proyecto Hombre se vigila «que no se forjen amistades entre ellos para evitar una retroalimentación negativa y el contacto se reduce a las terapias grupales siempre tuteladas», concluye.
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