CHELO TUYA
GIJÓN.
Martes, 28 de agosto 2018, 00:17
«En julio, habíamos anotado un descenso del 12% de usuarios, pero en agosto todo cambió. En lo que llevamos de mes, ya sumamos un 10% más de personas que acuden al comedor. Y con un perfil nuevo: son menores de 20 años». Luis Torres ... preside la Asociación Gijonesa de Caridad. La entidad que dirige el mayor comedor social de la ciudad, el que ofrece la Cocina Económica. De los más de 13.000 servicios diarios, la mayoría son comidas, que rozan las 7.000. Una cifra que pueden haber alcanzado este mes «porque hemos notado un fuerte incremento de usuarios».
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Y no es el único. En la Red de Inclusión Activa, organismo puesto en marcha en 2010 por la Fundación Municipal de Servicios Sociales para luchar contra la pobreza y que también integran Albergue Covadonga, Proyecto Hombre, Cáritas, Fundación Siloé y, desde 2014, Mar de Niebla, el Banco de Alimentos, Cruz Roja, Albéniz, ACCEM y Voluntariado Vicenciano, se tiene constancia de que el verano ha llenado sus dispositivos.
«Tenemos plazas libres, sí, pero todo está muy justo. Tanto en el albergue propiamente dicho, como en los módulos de familia», explicó la Fundación Albergue Covadonga. Es la entidad la puerta de entrada a la red gijonesa para evitar la exclusión. El centro cuenta con 87 plazas de alojamiento, de las que la mayoría, 55, son para hombres. También dispone de un albergue de baja exigencia, un centro de día y un módulo para familias, con capacidad para seis personas. «Y está ocupado. En agosto, la demanda crece, es algo que pasa siempre en Gijón», precisan desde la ONG.
No pasa, sin embargo, que los nuevos usuarios sean «tan jóvenes», como los detectados en la Cocina Económica. Por su comedor pasan estos días «personas muy jóvenes. Son menores de 20 años, llegados de otras regiones». Unos visitantes a los que todavía no han hecho un perfil de necesidades. «En principio, nos dicen que están de paso, pero si siguen en septiembre trabajaremos con ellos para ofrecerles alternativas a su situación».
Porque la Red de Inclusión Activa realiza una radiografía de cada persona sin recurso que acude a las diferentes entidades que la conforman para evaluar el servicio que mejor encaja a sus necesidades. Si el Albergue Covadonga es la puerta de entrada, la Cocina Económica ofrece, además de comedor y ropero, una residencia de media estancia, para los que ya han iniciado un proceso personal de inserción.
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«En la residencia, que tiene diecinueve plazas, ahora mismo hay diecisiete usuarios», mientras que en los cuatro minipisos que ofrecen a familias «están llenos. Tenemos dos familias en lista de espera que entrarán, creemos, en las próximas semanas».
Una demanda la de las familias que va en ascenso. No solo el Albergue Covadonga tiene lleno el espacio dedicado a ellas, sino que las que viven en su casa, pero no tienen recursos para comer, acuden a la Cocina Económica. «Esa demanda también se nos ha disparado. Tenemos un 32% este año. Si en todo 2017 dimos alimentos a 34 familias, en lo que llevamos de año son ya 45», señaló Luis Torres.
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Unas familias que no acuden al comedor de la Cocina Económica «porque no es un lugar para menores de edad». La fotografía del usuario de este servicio, que consiste en recoger la comida y llevársela a su domicilio, «es una familia formada por una pareja y dos hijos», precisó el presidente de la Cocina Económica. «Aunque también tenemos casos de personas muy mayores, que no pueden moverse y les llevamos la comida».
«Porque la crisis continúa», afirma Pablo Puente. El director de programas de la Fundación Siloé, que tiene el otro centro de día de la ciudad para personas sin recursos, el primero es el que ofrece el Albergue Covadonga, tiene claro que su dispositivo «nació como centro de disminución de daños, para personas con problemas de drogas. Sin embargo, ese colectivo apenas es hoy el 20% del total. La mayoría son personas que están en la calle o sin recursos por falta de empleo».
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El año pasado fueron casi «900 las personas diferentes que pasaron por Milsoles», el dispositivo de El Coto. Este año, «la cifra está creciendo y, lo que es más importante, con cien casos nuevos. Hablamos de cien personas que nunca habían pasado por Milsoles».Y que presentan todos unos rasgos similares: «Son hombres, en un 70% de los casos, con una media de edad de 45 años. E, insisto, no tienen problemas de drogodependencia. Simplemente, no tienen recursos económicos».
Como tampoco lo tienen la mayoría de los usuarios de La Golondrina, la residencia para mayores sin ingresos que la Cocina Económica abrió en Somió en agosto de 2016 con 64 plazas. «La tenemos casi llena, con 54 usuarios», apuntó Luis Torres. Un lleno que no significa aporte económico para la Asociación Gijonesa de Caridad. «Del total, raro es el que tiene una pensión que llegue a 800 euros. La mayoría tienen pagas de 300 y 400 y, desde luego, tenemos dos que no tienen nada. Cero ingresos», señaló el presidente de la entidad.
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El servicio que sale adelante con la donación millonaria que dejó en herencia el gijonés Evaristo Bango. Con ella se costearon los 6,8 millones de la obra y otros servicios de la entidad. Precisamente, lamenta Torres no tener aún «el permiso para la clínica dental que tenemos proyectada para las personas sin recursos económicos». Tenía que haber abierto ya, «pero seguimos con el papeleo».
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