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EUGENIA GARCÍA
GIJÓN.
Sábado, 27 de enero 2018, 04:14
En las veintitrés casas de la Ciudadela de Celestino Solar no se oye el bullicio de las cinco o seis personas, a veces hasta once, que habitaban de media cada vivienda. No se huele tampoco el potaje que a diario cocinaban las mujeres -cocido ... con carne los domingos-, ni se escuchan en su patio los juegos de los muchos niños que desde 1877 hasta los años setenta pasaron por este modelo de vivienda obrera. Sin embargo, sus paredes, las fotografías y los objetos originales que ahora forman parte del recién rehabilitado museo etnográfico cuentan las historias de los hombres y mujeres que desde los albores de la Revolución Industrial habitaron estas modestas fortalezas ocultas, de las que en Gijón llegó a haber más doscientas.
La Ciudadela, bajo la gestión del Museo del Ferrocarril desde el 2016, reabrió ayer sus puertas al público para transmitir toda la vida que pasó por sus estrechas calles. Ha cambiado su entrada, ya no tan discreta gracias a los dibujos de 'Neto', que homenajean a los que fueron sus habitantes. Ahora las visitas circulan de izquierda a derecha, empezando por el patio grande hasta llegar al volumen de viviendas reconstruido que alberga dos espacios destinados a exposiciones temporales, inaugurados con una muestra sobre la vivienda obrera en Asturias, así como una exposición permanente sobre la propia ciudadela. Pero el plato fuerte es la tercera casa, la de las ventanas grises, reconstruida de acuerdo al plano que uno de sus vecinos pintó hace quince años.
En su interior hay tesoros de gente humilde, como una manta maragata que durante años tapó a mucha gente o la manga de café que calentó a los viajeros en el chigre del ferrocarril de San Andrés de Parana. Objetos que simbolizan «toda una clase y una época», relató la historiadora Nuria Vila. «Todo lo que hay aquí es de verdad, no un pastiche. Estos muebles donados están vividos y trabajados», de tal forma que la vivienda reconstruida con el trabajo y el esfuerzo del personal del museo del Ferrocarril, del Pueblo de Asturias y del Plan de Empleo y abierta a las donaciones de los gijoneses, «si bien no es la casa de alguien en particular, sí representa el espacio de todos».
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