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Como en toda guerra, los civiles siempre son los más afectados y menos escuchados y eso es lo que sienten los vecinos de La Arena ... y Cimavilla. Es por ello, que EL COMERCIO se ha acercado a hablar con ellos para conocer lo que opinan sobre la polémica entre Principado y Ayuntamiento por la 'posible' declaración de zonas tensionadas a estos barrios por parte de la Consejería de Vivienda, que encabeza Ovidio Zapico (IU), y el rechazo a la misma del gobierno municipal de Foro y PP, con el apoyo de Vox.
«Lo que queremos es que busquen medidas conjuntas para beneficiar que los barrios sean de la gente que vive y hace barrio», clama la presidenta de la Asociación de Vecinos de La Arena, María José Cuervo, mientras pasea por «mi querido barrio en el que nací y crecí», junto a las integrantes de la asociación Flor González, Esther Ramos y Ana Masip. Sus puntos de vista apuntan en la misma dirección: «Antes conocías a todo el mundo en el barrio y hacíamos todas las compras aquí. Ahora han cerrado negocios. Y no sólo porque los alquileres sean caros y se ven muchos locales vacíos sino porque han convertido muchos en VUTS –viviendas de uso turístico– ilegales». No se muestran desde la Asociación de La Arena contrarias al turismo. «Siempre fuimos el barrio de los turistas por excelencia, pero lo que no queremos es que no pidan permiso a las comunidades de vecinos, estropeen las zonas comunes, aumente el gasto de los servicios o sea imposible alquilar en el barrio porque sale más rentable que venga turismo», detalla Flor.
Vecina de Contrueces, pero hija de un vecino de Gijón, y heredera de un piso en la calle Aguado, en La Arena, Ana Palacio decidió hace unos años arreglar el piso que heredó y pedir una licencia de piso turístico «para sacar dinero, pero siempre cuidando por los vecinos. Yo tengo mi licencia en regla y vigilo que no vengan despedidas de soltero ni causen desperfectos», que por desgracia, a veces es una situación muy común, como relata Jaime Aranda, vecino del barrio de Cimavilla. «Nosotros tenemos un piso turístico encima y generalmente está copado por familias y personas muy respetuosas. Como anécdota, tengo que destacar que la pasada semana que llamamos a la agencia que lo lleva porque los ocupantes estaban haciendo mucho ruido y resulta que eran los dueños –«cómo no, de fuera de Gijón»–, y no personas alquiladas. Además, molesta más el descontrol que sufrimos los fines de semana que el turismo». Hay muchos puntos en común entre las opiniones que se vierten desde ambas asociaciones: la declaración de zonas tensionadas puede servir como parche, pero no es una solución a largo plazo, hay que incrementar la vivienda pública rehabilitando las propiedades que existen en ambos barrios, estimular el alquiler de los inmuebles a través de garantías para arrendatarios e inquilinos, dotar a los barrios de más servicios y seguridad, cuidar al pequeño comercio –prácticamente inexistente– y apostar por políticas que promuevan un turismo reglado.
Movilización en Gijón, el 5 de abril, por el acceso a la vivienda «Hay que acabar con el fenómeno estructural, urgente y fruto de la mercantilización y especulación de nuestras casas y que expulsa a los vecinos de sus barrios, y poner más suelo público a disposición de las personas. En Gijón, los barrios de Cimavilla y La Arena son los más afectados», concluyen, desde el Sindicatu de la Vivienda d'Asturies, que se unen a la convocatoria estatal del 5 de abril, que saldrá a las 12.30 de la plaza del Humedal de Gijón.
«Lo que no queremos es que nos expulsen de nuestro barrio, y lo están consiguiendo con los pisos ilegales utilizados como viviendas turísticas y que encarecen vivir en Cimavilla. Pero también con los macro botellones, las trifulcas y los desperfectos que acontecen durante los fines de semana y las fiestas. Somos un barrio cada vez más envejecido y sin servicios. La gente se está marchando. ¿Qué quieren un barrio turístico en el que solo se vean y vivan turistas o un barrio gijonés con fuerza y movimiento social y cultural que sea atractivo para vivir y visitar?», subraya el presidente de la Asociación de Vecinos de Cimavilla, Sergio Álvarez.
Carla Petrelli escapó de Barcelona por la gentrificación y la subida de los alquileres, y porque se veía relegada a vivir en las afueras de la ciudad y se instaló hace 17 años en «un barrio pequeño y muy acogedor en el que estoy criando a mis dos hijos, pero vivo con el miedo a una llamada de teléfono de mi casero y que me diga que me sube el alquiler una cuantía que no puedo pagar porque sabe que si lo alquila por fines de semana, en verano, o fiestas va a sacar más de lo que yo puedo pagarle», relata.
Me costó muchísimo levantar mi negocio. Trabajé muy duro durante años y no estaría de acuerdo con que limitaran los precios de estas zonas porque mi negocio se ha revalorizado con los años gracias al esfuerzo que le he dedicado. La oferta y demanda responde a esto y por ello no creo en este tipo de intervencionismo», explica Eduardo González, propietario de la Cafetería Gales en La Arena y que además es vecino del barrio. «Mi sueño era vivir en La Arena y lo he logrado ahorrando mucho. Por lo tanto, tengo dos inversiones: el negocio y el piso». Eduardo se define hombre de barrio, por lo que cree «en cuidar a los vecinos por encima de todo, pero sin denostar al turista que la verdad deja dinero. En este barrio sobre todo vienen muchas familias».
«La Policía no acudió»
Cambia un poco la película en el barrio que vio nacer a Gijón, Cimavilla, al preguntar a Alessandro Agnoletti y Sofía Álvarez, gerentes del bar La Tinta del Mar e inquilinos de un piso en esta zona. «Por supuesto que el turismo supone un incremento económico para el negocio, pero queremos un turismo de calidad y que el Ayuntamiento se preocupe por hacer tours culturales para atraer a la gente. Lo que no queremos es lo que pasó recientemente en el Antroxu, que hubo muchos destrozos nocturnos. Llamamos a la Policía y nadie apareció», afea Alessandro. «Vivimos en el barrio y tenemos miedo a que nos suban el alquiler y no podamos asumir el gasto y tengamos que irnos, porque por desgracia, es una situación que escuchamos en el negocio que es el pan de cada día», añade Sofía.
Cuenta Sonia Rodríguez, propietaria de uno de los pocos negocios que hay en el barrio de Cimavilla, la peluquería La Niña Bonita, que «se está perdiendo la identidad del barrio por la gentrificación y el pequeño comercio está desapareciendo. Además, si os dais cuenta, es un barrio cuyos accesos son complejos y los alquileres suben, por lo que cada vez hay más gente mayor y menos parejas jóvenes o familias. No estoy en contra del turismo, pero en mi caso, no hacen prácticamente gasto en mi negocio», reflexiona.
No hay que ser economista como James Steuart Denham, quien acuñó la expresión 'oferta y demanda' para llegar, como bien desarrollan los vecinos de La Arena y Cimavilla, a un fin común: es necesaria más oferta de vivienda en ambos barrios.
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