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ÓSCAR PANDIELLOMARCOS MORO
GIJÓN.
Domingo, 19 de agosto 2018, 02:46
En la madrugada del pasado 22 de julio, el número 5 del Tránsito de Atocha, en Cimavilla, se venía abajo a causa de un incendio que puso en alerta a todo el barrio. El mal estado de conservación del bloque ya había puesto en alerta ... a los vecinos, que elaboraron un informe remitido en varias ocasiones a la concejalía de Seguridad Ciudadana en el que recogían los 'puntos negros' urbanísticos -tanto en edificios como solares- del barrio. Una veintena de casos que, según confirmó la concejalía a la asociación de vecinos, tienen abiertos expedientes por su mala conservación.
La situación, sin embargo, no es exclusiva del barrio alto. Pese a que esta zona, debido a su antigüedad, concentre la mayor parte de los inmuebles en ruinas, los edificios abandonados o en una situación de riesgo se reparten por toda la geografía gijonesa. Dentro de este abanico, la zona centro y El Natahoyo son los dos barrios que más 'puntos negros' acumulan. No en vano, estas zonas cuentan con varios de los edificios con mayor solera de la ciudad.
El servicio de Disciplina Urbanística del Ayuntamiento realiza revisiones periódicas a los inmuebles. En caso de que se detecte alguna irregularidad o cualquier riesgo en la estructura del edificio, remite un requerimiento a los dueños de la propiedad para que lo subsane en el menor tiempo posible. Estos expedientes, excluyendo a los de Cimavilla, ya ascienden a catorce e incluyen desde bloques enteros hasta pisos abandonados.
En el entorno de San Lorenzo se encuentran algunos de los inmuebles más señeros de Gijón. Ezcurdia, Eladio Carreño y Capua cuentan con varias construcciones centenarias que arrastran notorias deficiencias. Ejemplo de ello es el número 2 de Ezcurdia, que desde septiembre de 2016 cuenta con un aparatoso andamiaje frente a su fachada a causa de que el inmueble colapsara sobre sí mismo de puertas para adentro. Buena parte de su estructura interior se vino abajo desde el tejado hasta las plantas bajas y, afortunadamente, no afectó ni a su estructura externa, ni a los edificios colindantes. Tras el edificio, además, se levanta la ciudadela de Capua, por lo que el derrumbe podría haber supuesto pérdidas patrimoniales mayores.
También en Ezcurdia hay orden municipal para «garantizar la seguridad de los viandantes» en los bloques 14 y 16. En el número 16, precisamente, ya se está tramitado una licencia de construcción a cargo del grupo inmobiliario El Sol. Su posición en primera línea de playa y la aparición de los primeros 'brotes verdes' en el sector inmobiliario han acelerado este proceso en varios puntos de la ciudad. Cualquier reforma en estos edificios históricos, eso sí, deberá respetar las fachadas originales.
Otro de los inmuebles que se encuentra bajo el punto de mira es el número 3 de la calle los Moros. La histórica construcción, que hace esquina con Munuza y cuenta con una fachada catalogada proyectada por Manuel del Busto, ha dado numerosos sustos en los últimos años. El desprendimiento de cascotes obligó a apuntalar el edificio y a colocar redes de protección en 2013. Todavía se está a la espera de un proyecto de renovación que respete la construcción original e incluya un nuevo volumen para la parcela anexa, del mismo propietario y vacía desde 2010.
El deteriorado estado de la Casa Sindical también ha costado un expediente al edificio, propiedad de la Administración central. Desde que hace años se denunciaran sus deficiencias estructurales, varias han sido las voces que han abogado por su demolición. En este sentido, el último movimiento lo ha hecho el Ministerio de Empleo, que el pasado junio decidió clausurar el salón de actos del edificio, utilizado como almacén, por razones de seguridad. «El estado de deterioro, con acumulación de ropa, enseres y objetos diversos constituye una situación de riesgo elevado para la seguridad de las personas que utilizan o transitan por el edificio», alegó en su momento el ministerio.
En la zona oeste, por su parte, también existen varios inmuebles que suponen un riesgo para los viandantes. Así lo lleva denunciando varios años la asociación de vecinos Atalía de El Natahoyo, especialmente con el edificio situado entre la avenida de Galicia y la travesía del Mar. Reforzado con redes de seguridad desde hace años, Álvaro Tuero, presidente vecinal, asegura que siempre que arrecia un temporal «todos tememos que el edificio se venga abajo, es un peligro real».
Además de este caso, también luce tapiado y con un expediente abierto el número 19 de la calle Peña. Fue construido en 1946 y, al igual que las naves industriales situadas entre las calles Pavía y Lealtad, necesitan una inversión por parte de los propietarios para que su estructura no comprometa la integridad de la vía pública. En Pescadores, el grupo de viviendas Virgen de la Soledad también cuenta con un inmueble señalado. En este caso, no se trata de un edificio entero sino de un piso concreto situado en la segunda planta del número 17.
En el caso de la falta de mantenimiento de algunos solares, Disciplina Urbanística aclara que «la falta de ornato o insalubridad no suponen riesgo para la vía pública».
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