Carolina Sarmiento

Si hubiera que pintar con un color que definiera a Carolina Sarmiento, habría que echar mano de la tonalidad precisa con la que se pinta la felicidad. Porque es la infancia el único territorio que nos configura, y la de Carolina fue de libertad y juegos, de muchos niños en el ámbito feliz de una urbanización de Viesques, y también porque su propia existencia vino determinada por la firme decisión de poner felicidad donde había habido pérdida y tristeza. Por todo ello, el rostro de esta escritora que aunque nació en Oviedo en 1981, hizo de Gijón el escenario de sus días desde muy pequeña, mantiene inconmovible la capacidad para la sorpresa y para la maravilla. En el pelo, que se alborota, hay un universo de cuento de hadas, en la sonrisa habitan presagios y tantas certezas como dudas, y en la mirada, esa tentación de lejanías, que la lleva a imaginar siempre, a perseguir incansable el hilo del que tirar para convertir en palabras una idea, en argumento una imagen.

Aunque profesionalmente se dedica al periodismo, la vocación de Carolina Sarmiento parecía que iba a llevarla por el camino de lo audiovisual. De niña ya quedaba extasiada ante los videoclips y los festivales de publicidad que veía en la tele, y eso la llevó a estudiar en Madrid Comunicación Audiovisual. Y esos parecían ser los derroteros que iba a seguir, especialmente después de que el último curso de la carrera la llevara a Lisboa, donde trabajó en la Cinemateca Portuguesa y más tarde, ya de vuelta en Gijón, se reafirmó en ello, trabajando en el Archivo Fotográfico del Museo del Pueblo de Asturias con escenas de cine casero de los años veinte.

Desde hace años trabaja en la televisión autonómica y milita en la información cultural. También durante algún tiempo tuvo una revista digital, 'Creatividad Literaria', con entrevistas a decenas de escritores en las que se exploraba todo aquello que tiene que ver con la creación y la literatura. Pero es sobre todo en su faceta de escritora en la que su personalidad encuentra el cauce para trasladar todo aquello que bulle por dentro a los lectores que han descubierto en ella una voz y una mirada con la que conectar. Sucedió a raíz del nacimiento de su hijo: aunque hasta ese momento había escrito algunas historias que dormían en el fondo de un cajón, algo se abrió paso desde el fondo de sí misma. Venía de lo profundo, unido a los grandes cambios, el milagro, las contradicciones, los descubrimientos y la conciencia de la renuncia que la maternidad le había dibujado en el alma, y se canalizó en pequeños poemas, en palabras que latían, y que fueron configurando 'Ikiru', el primero de sus libros que resultó una sorpresa no solo para la propia Carolina: la respuesta por parte de crítica y lectores sobrepasó cualquier expectativa.

De 'Tarada' a'Vrësno'

De esa experiencia, la confianza, lo de verse capaz de leer ante el público aquellas emociones que tan íntimas habían ido surgiendo y había conseguido convertir en palabras. También fue pistoletazo de salida para sus relatos, que aparecieron con el título de 'Animales urticantes' en 2020. Desde entonces su vena creativa no ha tenido ya descanso. Al año siguiente publicó su primera novela 'Tarada', con gran éxito de crítica, a la que ha seguido 'Vrësno' en 2023;los tres libros publicados por la editorial asturiana Pez de Plata.

Carolina Sarmiento vive «en modo escribir», que es una forma de pensar, de mirar, de explorar y descubrir todo aquello que viviría dormido de no ser por la palabra escrita. Escribe y sueña, indaga y destila pensamientos y deseos, visita los abismos y se mece en los silencios. Escribe, y muestra y oculta y en sus palabras se hace una, se hace todo. Y es que, ya lo dice en uno de esos poemas suyos: «Soy un bosque/ amarrado al mar».