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SUSANA D. TEJEDOR
GIJÓN.
Viernes, 6 de septiembre 2019, 01:08
La confitería Biarritz cerrará sus puertas definitivamente el día 22, tras 50 años al pie del cañón. Su propietaria, Rosa Vílchez, «por fin» se jubila, y aunque su alegría es enorme porque quiere hacer muchas cosas y no tiene tiempo, reconoce que «lo mejor que le ha pasado en todo este tiempo es hacer pasteles sin parar». Siente pena, lógicamente, y se lamenta de que no haya sido posible un relevo generacional para continuar con la tradición que inició su padre y que le legó a ella, pero «los hijos no quieren ni oír hablar de ello, y a mí me ha llegado ya la hora de la jubilación». Vílchez empezó muy joven en el negocio, a pesar de que «jamás había pensado en ello porque a mí lo que siempre me ha gustado es estudiar». Lo hará ahora. Y muchas otras cosas. «Me encanta el campo. Pero lo que quiero realmente es alquilar una casa en Cornualles, que veo en las películas que es muy guapo, y hasta que no aprenda inglés no vuelvo», dice entre bromas.
La confitería Biarritz heredó su nombre de un negocio anterior. «Era la época en que en Gijón todo eran nombres de ciudades turísticas: Palermo, México, Topolino, Miami, Casablanca... Me parece horroroso, pero entonces era muy comercial». Y tuvo, según relata, repercusiones en su propio nombre. «A mí me llamaba mucha gente Beatriz porque les resultaba difícil y extraño el nombre de Biarritz y creía que la confitería se llamaba así por mí».
Francisco Vílchez, su padre, era ayudante de pastelero. Había aprendido el oficio en Granada y decidió abrir un negocio en una zona cerca a San Lorenzo. Eran los años 70 y junto a su mujer, Juana Rodríguez, inició un camino exitoso. Su hija recogió el testigo. Curiosamente, dice que el pastel que más ha vendido en su confitería son los carbayones. Junto a ellos, les casadielles, las marañuelas y las empanadas. El mejor pastel, el que nunca debería desaparecer, el pionono. «Nació en Santa Fe, en Granada. Fui para conocer cómo se hacía y me traje la receta original». Nunca ha dejado de innovar. Una de sus últimas creaciones, 'les chapones' del Muro en chocolate.
El consejo más sabio que ha recibido de sus padres: «Nunca hagas tartas para bodas, porque si en una boda ocurre alguna intoxicación alimenticia, la culpa siempre se le va a echar a la tarta, y aunque luego se aclare la verdadera razón, ya será difícil que te quites el sambenito». Los ingredientes naturales, innovar y adaptarte a los gustos de los clientes cree que ha sido el secreto de su éxito.
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