Begoña Fernández-Costales

Begoña Fernández-Costales Muñiz llegó al mundo en 1978, en el año de la Constitución y su vida ha estado presidida por una doble circunstancia: la de crecer en un país que se asomaba y se confirmaba en su decisión democrática y la de pertenecer a una familia en la que la mujer nunca había sido sombra sino luz: su madre abogada, su abuela maestra, y toda una estirpe de mujeres que desde siempre le transmitieron lo imprescindible de ser económicamente independiente como pilar básico de la igualdad. Aun así, no fueron las leyes, presentes sin remedio en una casa en la que además el padre era Catedrático de Derecho Civil con una trayectoria impresionante, sino la Filología Española, en concreto la Literatura, la que atrajo su atención a la hora de elegir titulación universitaria, atendiendo siempre a la máxima familiar de hacer lo que realmente deseara pero manteniendo la premisa de la independencia económica. Lectora empedernida, Begoña Fernández Costales, sin embargo eligió un camino profesional que poco tenía que ver con su título universitario, y su conocimiento de idiomas y su actitud decidida y resuelta la llevó a trabajar en distintas empresas dentro y fuera de España.

Hay una pervivencia de los sueños en la forma en que mira, y una determinación tejida con los más estudiados razonamientos. Se puede fantasear con la desconocida belleza de África después de ver a Meryl Streep y leer a Isak Dinesen, pero solo un estudio serio y riguroso de las posibilidades que ofrece el continente, de los riesgos asumidos y de los muchos números, se toma la decisión de implantar en Guinea la base de operación de la empresa que suma ya más de una decena de años en contacto con los negocios emergentes de varios países de África Central y que se extiende imparable gracias a un trabajo minucioso, a una apuesta valiente, y a la calidad europea como elemento diferenciador en todas sus decisiones.

La larga melena rubia, los ojos que se inclinan por mostrarse claros, los rasgos de su rostro en definitiva, podrían llevar a conclusiones equivocadas: no estamos ante una mujer frágil ni muchísimo menos. Hay una fortaleza que crece desde algún lugar donde los sueños y la mirada realista se combinan para hacer de ella esa mujer que aprendió a ser rodeada de mujeres fuertes, independientes y decididas. También aprendió las dificultades de conciliar. Haciendo los deberes de niña, por las tardes en el despacho de su madre hasta que esta terminaba su trabajo, supo que la maternidad exigía un arancel emocional y de tiempo que trata de compaginar con sus dos hijos las semanas que no le toca viajar. Es posible que haya algo de mujer partida en dos: la que comparte tiempo de esquí, de juegos y de vida con los niños, y la que transita aeropuertos, y vive historias rocambolescas, derivadas de los países donde trabaja. Y tal vez una más, esa otra parte de sí misma que se empeña en trabajar por los demás, por las mujeres que tienen la valentía de emprender, desde su puesto de Presidenta de la Federación de Empresarias y Directivas de Asturias, resuelta a dar visibilidad a las mujeres que toman las riendas y haciéndolo desde la base, en charlas en los colegios que permiten que las niñas tengan referentes para hacer crecer sus posibilidades. O en FADE, o en Asturex.

A Begoña Fernández Costales, voluntariosa y sensible, ciudadana de cualquier sitio, pero enamorada de Gijón donde vive y donde vuelve siempre, no se le escapa que su corazón es el mundo. Y que su fortaleza le permite que esté en sus manos.