COVADONGA DEL NERO
GIJÓN.
Domingo, 10 de enero 2021, 00:21
Siempre estuvo ligado a asociaciones sociales, desde pequeño. Fue mientras cursaba Derecho en la Universidad de Oviedo cuando Ramón Méndez-Navia Gómez (Gijón, 1966) comenzó a vincular su vida con la de los más desfavorecidos. Mientras estudiaba, comenzó a trabajar en la Fundación Hogar ... de San José, en Gijón, como educador. A partir de ahí, este gijonés de nacimiento, que luego se mudó a la capital asturiana, donde fue al colegio de los Jesuitas, no ha parado de involucrarse en proyectos que contribuyen a mejorar la vida de las personas.
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Aunque abandonó su Gijón natal de pequeño, siempre ha estado ligado a la ciudad: su madre y su mujer son gijonesas y vivió varios años, después de casarse, cuando ejerció como monitor de judo en el colegio de la Asunción. «Mi padre es del Oviedo cerrado y resulta que tiene muchos gijoneses en la familia. Además del nieto, Nacho Méndez, que juega en el Sporting que siempre odió», cuenta entre risas.
«Llevo metido en asociaciones sociales toda mi vida», asegura. Como prueba de ello, dedicó varios años de su vida a realizar actividades de sensibilización con los más pequeños en los colegios, como miembro de Médicos Sin Fronteras. También está muy vinculado a la Iglesia. Bien como catequista, mientras sus tres hijos eran pequeños y realizaban la catequesis. O bien cuando comenzó a ejercer como abogado y se convirtió en voluntario de Cáritas, asesorando jurídicamente a la institución.
En el año 2000, pasó a ser administrador y en 2008 entró en el equipo técnico. Durante cinco años fue responsable del Programas de Personas Sin Hogar y actualmente es parte del Equipo de Apoyo al Territorio en los asciprestazgos de Oviedo y El Fresno. Además, este 2021 comienza una nueva etapa como secretario general de Cáritas Asturias. «Llegó un momento en el que veía a la gente que estaba en la calle y parecía que era una realidad ajena a mí», explica. Fue entonces cuando decidió dar el paso. «Me di cuenta de que como sociedad había algo que no funcionaba». Y aunque ya conocía Cáritas, asegura que «son las personas las que animan a unirte a los proyectos sociales». En su caso, fue Alberto Reigada, sacerdote y delegado de Caritas en los años 90, quien le cautivó con sus palabras. «Su manera de hablar sobre la institución es lo que hizo que yo me vinculase. La institución como tal se conoce gracias a las personas que están involucradas en ella», garantiza.
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Con su entrada en Cáritas, el gijonés asegura que empezó a conocer «muchas historias y experiencias de vida de multitud de personas». Y entendió una de las lecciones que le ha dado la vida: que «Todo el mundo merece tener su sitio, su reconocimiento y necesita ser valorado».
Centrarse en las personas, la principal línea de actuación de Cáritas, es con lo que se siente «plenamente identificado». Porque, para el abogado, este modelo «es el adecuado, mucho más que esa línea asistencial, que también es necesaria». «Recomponer una vida lleva años. No se le pueden dar plazos y luego pasar a la siguiente. Si fuera así sería muy injusto», explica. «Eso es lo que hacemos aquí: dar tiempo, el necesario, a cada persona». Cuando echa la vista atrás saca una conclusión: «El mundo de las organizaciones sociales es otra dimensión».
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