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Así se bautizó en mayo de 1990. Antiguamente era conocida como Gran Vía al Musel, porque era el gran eje urbano que conducía los vehículos pesados hacia este puerto. Al tramo que va de la glorieta de Foro hasta el «puente» de Moreda se le conoce como la «avenida de la muerte». Por algo será. Esta vía fuera de poblado es el único enlace entre el oeste y el sur y carece de aceras. Forma parte del enlace con la autopista y está atravesada por una pasarela que comunica el Polígono de Pumarín con Perchera, desde la que se han tirado a la carretera muchas veces.
Más adelante se encuentra la fábrica de colchones Flex, una arquitectura icónica del barrio. ¿Sabían que hubo unos años en que fue un espacio autogestionado y que justo delante se hizo un carril-bici pionero en Gijón? Un carril-bici «de obra», hecho ad hoc, con sus semáforos específicos y perfectamente integrado entre las zonificaciones de los viandantes y la carretera.
Justo en medio de Príncipe de Asturias, no podía ser de otra manera, un nombre tan geográfico como solemne e indicativo: Cuatro Caminos. Cuatro Caminos que no es la denominación oficial de nada, pero es evidente que es un cruce de «cuatro» caminos. Pues bien, no es así. En tal caso sería el cruce y la posibilidad de establecer cuatro direcciones pero las vías son las mismas y son dos (avenida de Galicia-Argentina y Príncipe de Asturias), aunque se les haya cambiado el nombre. En uno de los chaflanes se alza un edificio de estilo imperialista que proyectó el Doctor arquitecto Manuel García Rodríguez (de sus últimos trabajos). Pues justo ahí es donde se puso la placa conmemorativa de la inauguración de la calle, el 5 de abril de 1991, por el joven príncipe Felipe, hoy rey de España.
Este tramo presentaba una manzana de casas en medio que hubo que derribar para darle el ancho actual a la avenida. Ahí estuvieron emblemáticos negocios como la antigua confitería Carpil o la librería Calatras y enfrente estaba la sidrería Escandón. Pocos lo sabrán y costará imaginárselo: pero, ¿se imaginan una vía con tanto tráfico como Príncipe de Asturias con el tranvía entrando por Cuatro Caminos camino de El Musel? El nodo por excelencia de La Calzada, asimismo, era una habitual salida y meta de vueltas ciclistas locales, como las que organizaba la Sociedad Ciclista de La Calzada allá por 1929. Situado a pocos metros de la parada de tranvía de Cuatro Caminos y muy cercano al apeadero del ferrocarril de Carreño: estaba el campo de futbol Santa Bárbara (1949-1952), propiedad de la fábrica de Moreda. También en Cuatro Caminos estuvo el inolvidable bar Las Cancelas, con una cancha de llave donde se disputaron partidas del Campeonato Regional; estuvo abierto como mínimo desde 1930 hasta 1980.
Más adelante y para acabar el paseo: tres cuestiones que pocos conocerán si no son de La Calzada. ¿Sabían que la playa del Arbeyal actual es reciente y artificial? Ahí la arena escaseaba, eran piedras de granulometría grosera, de ahí el nombre, como arbeyos; era un pedrero como el del Rinconín y ahí hubo otra inolvidable fábrica, la de gaseosa La Casera. En esta pequeña franja litoral existía un asentamiento chabolista, a cuyos moradores se realojó en las viviendas sociales de El Cerillero.
El antiguo pedrero del Arbeyal estaba limitado al este por Astilleros Riera, donde Diego Cabezudo y Julio Redondo hicieron el impresionante edificio de la EMA (1998), que fue finalista del Premio Asturias de Arquitectura, entre otras cosas por la cilindricidad de su fachada acristalada y el parasol rotatorio según la posición del sol. Lo que más sorprendió a los arquitectos cuando fueron a hacer los estudios previos era el mal olor que emanaba el lugar, hasta que advirtieron que por allí salían todas las aguas fecales de La Calzada, justo ahí debajo estaba el emisario vertiendo directamente al mar.
Al lado de las chabolas que circundaban La Casera, había una ciudadela de casitas bajas, eran las conocidas como Casas de Gabino y hubo que tirarlas parar construir, en 1977, la Casa del Mar. Otro secreto, que no lo conocerán ni las nuevas generaciones aunque trabajen allí, pero no se lo cuenten a nadie: en el salón de actos de la Casa del Mar hubo sesiones de cine y teatro. Por cierto, las Casas de Gabino padecían, como hasta hace bien poco, constantes inundaciones, hasta el punto de casi cronificarse una fecunda laguna frente a estas cada vez que llovía abundantemente.
Cuántos cambios y cuántos derribos en tan poco espacio y tiempo. Ahora sólo falta que dejen de pasar 1.500 camiones al día o que lo hagan por un vial soterrado. ¡Nos vemos en las calles!
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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