El Aula de Cultura, de estreno

Hace cinco lustros, Pérez-Reverte explicó a los presentes en el Teatro Jovellanos que la causa de dedicarse a la literatura había sido «una forma de compensar mi vida» en la guerra, sumada a «una insistente necesidad de hallar respuestas a innumerables cuestiones que surgen cuando ves cómo sufre un niño de diez años que se me muere en los brazos; o una niña con toda la vida por delante que acaba de ser violada por un batallón serbio».

«El haber sido reportero me ha dado una visión de la condición humana que no siempre es amable, pero la vida es así», reconocería en una mesa donde también se hallaba presente Carlos Iglesias, a la sazón director de la recién creada Aula de Cultura. Delante, entre el respetable, que sumaba «alrededor de un millar de personas», se encontraban personalidades hoy ya desaparecidas: el alcalde de Gijón, Vicente Álvarez Areces; Juan José Plans o Gustavo Bueno, que presenciaron el acto con interés.

«En menos de un cuarto de hora», contó EL COMERCIO, «Arturo Pérez-Reverte ofreció de esta forma las claves que conforman sus novelas y con las que tantos éxitos ha cosechado, y demostró que la idea que de él se tiene es la verdadera». Era la de «un periodista intrépido que se permite cierto desdén porque ha visto demasiado». Aquel día, Pérez-Reverte se definió como novelista, no como escritor, lo cual, decía, marcaba una diferencia respecto a su interés por la Academia. «Además, me importa un bledo, porque una Academia que acepta el leísmo, que permite decir 'le mató', para mí ya no tiene ningún interés». Tardaría siete años (fue en 2003) en tomar posesióndel sillón de la RAE.

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