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El Ateneo de Madrid recibió esta tarde, como obsequio, un retrato de Rosario de Acuña (Madrid, 1850-Gijón, 1923), la escritora, pensadora, periodista y abanderada de la igualdad que se convirtió, a su vez, en la primera mujer en ocupar su tribuna tras estrenar la sede de la calle Prado, allá por 1884. El óleo, un primer plano donde se aprecia el genio de la madrileña de nacimiento y gijonesa de adopción, fue obra del veterano pintor Carlos Roces (Gijón, 1934), realizado por encargo del Ayuntamiento de Gijón tras la iniciativa de la Asociación Feminista Les Comadres y la exregidora Paz Fernández Felgueroso.
El acto de entrega del retrato de Rosario de Acuña se celebró en la biblioteca del Ateneo de Madrid, conducido por la histórica socialista Paquita Sauquillo, que fue dando el turno de palabra a Carmen Moriyón, Inés Alberdi, Paz Fernández Felgueroso y Beatriz Laiglesia. En su intervención, la alcaldesa de Gijón calificó a la homenajeada como «una figura fundamental del pensamiento y la literatura española del siglo XIX y principios del XX», una mujer «adelantada a su tiempo: feminista, librepensadora, ecologista y defensora infatigable de los derechos de la clase trabajadora» que trazó su camino a través de las letras y dejó «una huella imborrable en la poesía, el teatro, el ensayo y los cuentos». Resaltó además el amor de Rosario de Acuña por la montaña asturiana y su carácter pionero al «alzar la voz en favor de la educación, las libertades y la emancipación de las mujeres».
Con el acto en el Ateneo de Madrid, subrayó la regidora, «renovamos nuestro reconocimiento a su legado y reafirmamos la importancia de seguir promoviendo espacios de reflexión y diálogo donde las nuevas generaciones puedan conocer y valorar su contribución a la cultura y al pensamiento crítico». El vínculo de Rosario de Acuña con el Ateneo, concluyó, «es un testimonio de su compromiso con la cultura, el debate y la libertad de pensamiento». No dejó de alabar Carmen Moriyón, antes de finalizar, el «esmero, cuidado y acierto» con que Carlos Roces realizó el retrato entregado entre las vetustas e ilustradas paredes de la biblioteca del Ateneo de Madrid.
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