José Ramón Puerto
Domingo, 27 de diciembre 2020, 17:56
Se nos ha ido un «hombre tranquilo», nuestro compañero arquitecto Juan González Moriyón, una persona que valoraba los silencios, siempre prudente, respetuoso, paternal, y un gran profesional. Hacía suya la máxima del conocido artículo que en 1961 Juan Antonio Coderch había escrito para la ... revista italiana «Domus», titulado «No son genios lo que necesitamos ahora». En el texto comentaba el arquitecto catalán, entre otras cosas, que: «...Necesitamos que miles y miles de arquitectos que andan por el mundo piensen menos en Arquitectura (con mayúscula), en dinero, o en las ciudades del año 2000, y más en su oficio de arquitecto. Que trabajen con una cuerda atada al pie, para que no puedan ir demasiado lejos de la tierra en la que tienen raíces, y de los hombres que mejor conocen, siempre apoyándose en una base firme de dedicación, de buena voluntad y de honradez (honor)... ». Juan fue uno de ellos, no se alejó de la tierra que lo vio nacer, se dedicó a su profesión casi con el mismo amor que lo hizo a su familia, dejando testimonio de su buen hacer tanto en el campo del urbanismo como de la arquitectura. Comentaba Juan que en su estudio, pinchada en el corcho de la pared, tenía colgada una frase de Serrat que le recordaba la estrategia seguida por el cantante en su proceso creativo: «La única forma de ser internacional es procurar ser muy provinciano porque si no, no tienes nada que contar»
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Su trayectoria profesional se inició en 1981 en la oficina técnica municipal del Ayuntamiento de Gijón donde se redactaba el primer Plan General de Ordenación Urbana de la democracia y en el que colaboró con Ramón Rañada o Jose Ramón Menéndez de Luarca, entre otros. Por estos trabajos recibió menciones junto a sus compañeros en los Premios Nacionales de Urbanismo en 1985 (Plan General de Gijón) y 1987 (Plan Especial de Reforma Interior del Puerto Deportivo de Gijón)
En 1994 fue premiado con el Premio Asturias de Arquitectura por la rehabilitación de la Fábrica de Curtidos Maribona de Avilés para hotel de empresas, obra realizada junto a Fernando Nanclares y Nieves Ruíz, arquitectos con los que también colaboró en la rehabilitación del Teatro Jovellanos (1995) o en la reforma del área de la Puerta de la Villa (1999), ambas obras realizadas en Gijón.
También en 1994 publicó «La Arquitectura del hierro en Asturias: 13 mercados y otros edificios urbanos», junto con José Ramón Fernández Molina, un acercamiento a la Arquitectura del Hierro en Asturias mediante un recorrido histórico por los edificios característicos de este tipo de arquitectura, construidos o proyectados en el Principado durante la segunda mitad del siglo XIX.
En 2003 concluía el edificio de EMULSA, obra realizada con Javier Hernández Cabezudo, en donde su interés por la arquitectura bioclimática quedó perfectamente plasmado al brindarle esta obra la posibilidad de usar elementos como los «Muros Trombe» o el sistema «Barra-Constantini» y juntarlos a técnicas domóticas, que permitieron establecer automatismos con el fin de optimizar su rendimiento energético.
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Para la EMA, Empresa Municipal de Aguas de Gijón, realizó en 2009 los proyectos de la Cámara de llaves y el pozo de tormentas, donde dotó de contenido arquitectónico unas propuestas que, en otras manos no habrían conseguido un resultado tan cuidado como el que ofreció.
Muchos somos los compañeros de profesión que podemos comentar ejemplos de su generosidad, rasgo que le llevó a trabajar por el colectivo de los arquitectos al participar en distintas Juntas de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias entre 2012 y 2017, siendo en la última de ellas Vicedecano y Vocal de Asuntos Tecnológicos, momento en el que quienes tuvimos la fortuna de compartir reuniones con él apreciamos como sus intervenciones estaban siempre cargadas de autoridad, sentido común e ironía, pues tenía un finísimo sentido del humor que sabía sacar punta a cualquier asunto. En 2018 participó como jurado en la XXIV edición de los premios Asturias del COAA.
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Hoy te has ido, y lo has hecho demasiado pronto, Juan, y, al igual que Miguel Hernández recordaba a su buen amigo Ramón Sijé, los arquitectos, como colectivo, también decimos: «…tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.
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