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POR DANI BUSTO
GIJÓN.
Domingo, 8 de diciembre 2019, 01:52
Su familia vivía en un piso un tanto peculiar. Hasta para ir al baño tenían que cruzar primero por el estudio de arquitectura. Y eso les permitía ver a diario aquello en lo que su padre estaba trabajando. Vicente Díez Faixat (Gijón ... , 1950), el mayor de tres hermanos, creció entre planos y decenas de revistas extranjeras de arquitectura, una profesión a la que decidió dedicarse sin que nadie se lo impusiese. Surgió de la mera curiosidad.
Mientras los delineantes trabajaban en el estudio de su padre, él se sentaba a dibujar en una esquina. No pasó mucho tiempo hasta que, de adolescente, comenzó a visitar con su padre a las obras para «ver cómo se gestaban los proyectos». Aunque el joven Faixat tenía familiares en Barcelona, las comunicaciones de la época conectaban mejor Asturias con Madrid, por eso comenzó sus estudios en la Escuela de Arquitectura de la capital, en 1967. De la mano de la formación académica también llegó su enriquecimiento cultural y social en el Colegio Mayor Diego de Covarrubias, un centro en el que se encontraban alumnos y profesores con «mentalidades más abiertas» de lo habitual para la tendencia de la época.
Lugar y fecha de nacimiento Gijón, 1950.
Familia Casado, con tres hijos y un nieto.
Formación Estudió en el Colegio Blancanieves, en el Instituto Jovellanos y en la Escuela de Arquitectura de Madrid.
Proyectos más destacados en Asturias La iglesia de la Resurrección, en el barrio gijonés de Laviada; el centro cívico de El Coto; la Casa de la Cultura, en Corvera; la sede del 112 y las Torres de los Catalanes, en Oviedo.
Mayo del 68 le pilló en Madrid. Fueron unos años «muy interesantes» que pudo vivir «con intensidad», como el concierto de Raimon, celebrado en el propio colegio mayor, ya que se trataba de un cantante que «estaba prohibidísimo» por el régimen franquista.
Convivió con otros estudiantes que, con el tiempo, se dieron a conocer en el ámbito de la política, aunque Vicente prefirió implicarse en «causas solidarias», unas labores que siempre le parecieron tan interesantes como necesarias. Faixat defiende que quiso mantenerse «independiente». Sentirse libre.
Se colegió en 1974 y comenzó a trabajar en el nuevo estudio que su padre había comprado. Antes incluso de conocer a Covadonga, su mujer, él se enamoró de Japón. Viajó a este país asiático en varias ocasiones, lo que le forjó una impronta que todavía ahora se ve reflejada en sus obras y diseños. En 1990 trabajó, durante algunos meses, en un estudio de Tokio y también dio clases en la Universidad de Kioto. Todo ello fueron experiencias que marcaron tanto su vida como su profesión.
Siempre implicado en movimientos sociales y labores humanitarias, Vicente Díez Faixat comenzó el pasado verano a interesarse por la situación de los terrenos del 'solarón', y a cooperar con una plataforma vecinal que defiende paralizar su urbanización y mantenerlo como zona verde.
El batiburrillo de «intereses que hay por medio» le hizo desconfiar de los actuales planes proyectados para esta parcela. «La venta de estos solares a un precio ridículo y construir con prisas -considera- harán un daño inmenso a Gijón», por lo que se muestra decidido a «llegar hasta el final» en este asunto. Cierto es que a este arquitecto nunca le dio miedo adentrarse ni en jardines ni en junglas, tampoco en el sentido literal de la palabra. Siempre le gustó viajar y guarda gratas experiencias de sus estancias en Borneo, y con los masáis en Kenia y Tanzania.
Por cuestiones de salud ahora no puede viajar tanto, aunque todavía tiene alguna visita pendiente a Japón, donde mantiene amistades que se mantienen inquebrantables a pesar de la distancia y el tiempo.
Le apasiona su profesión, «muy divertida», y además de haber realizado proyectos en Asturias también cooperó de forma altruista en obras llevadas a cabo en Senegal y Mozambique. «No cobramos por ello, pero nos deja muy satisfechos, en aquellos países agradecen diseños sencillos para edificios que pueden tener múltiples usos», explica. Sin embargo, también ha rechazado otros proyectos que en alguna ocasión le propusieron. Afirma que renunció a ellos «por razones éticas».
En la actualidad, y pese a internet, mantiene suscripciones a un buen número de revistas de arquitectura. Llena su estudio con ellas, como vio hacer en su casa cuando era un niño. Ahora él es el autor de esos planos, en los que se plasman ideas y sueños para construir, confía, un futuro más humano y sostenible.
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