Aridane, la activista infatigable

Aquella chica de El Natahoyo y el 89, que en su etapa en los institutos Emilio Alarcos y Universidad Laboral vestía de negro y escuchaba a Evanescence, conoció en la Universidad de Oviedo a 'Alo' Sánchez, un compañero que encabezó la lucha contra el Plan Bolonia.

Ver su implicación empujó a Aridane a llevar más allá su inquietud natural por los temas sociales. Quería estar ahí, formar parte de lo que estaba ocurriendo, y se convirtió en tesorera de la Asamblea Abierta de Estudiantes por la Educación, de la que pasó al Consejo de Estudiantes. Eso ocurría en los pasillos de la facultad, mientras en sus aulas la 'Ari' estudiante de Pedagogía absorbía las lecciones de Aquilina Fueyo, que despertó su interés por el campo del feminismo.

A la actividad social e intelectual Aridane sumó muy pronto, a los 17, la laboral. Durante mucho tiempo ejerció de niñera. Más tarde se cambió a la hostelería y pasó por la cafetería de El Musel y la de la Escuela de Fútbol de Mareo. Llegó, incluso, a ejercer de comercial de una compañía de telecomunicaciones. Poco duró: se le daba fatal. Porque lo suyo no es vender. Es escuchar, dialogar, empatizar. En su mente había quedado grabada una visita con el instituto a la UTE de la cárcel de Asturias que la motivó a querer trabajar con gente en riesgo de exclusión social.

Así que se hizo voluntaria de Proyecto Hombre donde su coordinador, Julio Jonte -hoy presidente- le habló de lo que se hacía en el número 68 de Manuel Llaneza. Y ella, siempre inquieta, se acercó al Conseyu de la Mocedá.

Entró en el grupo de Salud e Igualdad, el equipo de mediadores juveniles del Conseyu, y contribuyó a su consolidación. Quienes la conocen saben que cuando se mete en algo, se vuelca. Así lo hizo cuando entró en contacto con el movimiento feminista de la ciudad a través de la asociación Mujeres Jóvenes. O al formar, junto a otras compañeras, la asociación Mil Voces Violetas, desde la que trabaja por lograr que llegue un día en que no sea necesario reclamar equidad y desde la que fomenta un feminismo crítico, de debate, pero conciliador, que «siempre desde el respeto dé voz a todo el mundo».

Hace dos noviembres, Aridane fue nombrada por unanimidad presidenta del Conseyu. La entidad acaba de cumplir un cuarto de siglo y a ella le toca pasar el relevo, aunque el coronavirus ha retrasado la renovación de la directiva. En estos dos años al frente, como cada uno de los ocho presidentes que la precedieron, Aridane ha dejado el poso de sus propias inquietudes en forma de programas como Mocedá Ensin Machismu.

Tiene dos másteres -en género y adicciones- y sigue formándose, ahora como Educadora Social. Cumplirá enseguida 31 años, pero se considera la «eterna adolescente» y celebra que su trabajo en Accem -antes estuvo en la Cruz de los Ángeles-, le permita seguir conectando con esa parte de sí misma. Con esa joven que transformó la rebeldía en compromiso.