Buscar piso se ha convertido en una odisea. Lo que hace poco más de una década era algo tan sencillo como pasarse por el tablón de anuncios de la facultad y coger unos cuantos números de teléfono a los que llamar, o contactar con una ... inmobiliaria para encontrar fácilmente un alojamiento, ahora es un rompecabezas que obliga a los universitarios a hacer malabares para conseguir una vivienda.
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Y eso que nada tiene que ver Gijón con ciudades como Madrid o Barcelona, donde hacerse con un piso es desde hace años una batalla campal. El problema de los pisos de alquiler ha llegado también a la región y la dificultad para encontrar alojamiento está empezando a ser «la peor pesadilla» de los estudiantes, que se ven ante un proceso «demasiado largo y desesperante».
Así lo afirma la llanisca María Carrasco, que el año pasado dedicó más de tres meses a buscar un piso para realizar sus prácticas de Enfermería en Gijón y así no tener que desplazarse a diario desde el oriente asturiano. «Empecé a mirar pisos en febrero y no encontré nada hasta finales de mayo, llegó un momento en que pensé que iba a tener que pasar dos horas en la autopista todos los días porque muchos propietarios no quieren estudiantes o intentan estafarte», comenta. Este año, por fortuna, ya no tiene que preocuparse por eso porque vive con su pareja en un piso que era de los abuelos de él.
¿A qué problemas se enfrentan entonces? Por un lado, están los precios. La vida se ha encarecido y las rentas de los alquileres han subido notablemente. Donde antes se podía encontrar una habitación por 150 euros o un piso compartido por 500, ahora los arrendamientos no bajan de 300 euros por una habitación o de 800 un piso. «Y si baja probablemente es que hay gato encerrado», añade Carrasco.
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Por otro lado, está la escasez al reorientarse los dueños al formato del piso turístico y los alquileres vacacionales. José Manuel Balbuena, gerente del Grupo Inmobiliario Balbuena, con sede en La Arena, lo corrobora: «El mercado cayó muchísimo». Lo achaca a varios motivos. Uno, las comunicaciones. «En Asturias mejoraron muchísimo y ahora todos los estudiantes van y vienen». Otro, que los propietarios «se pasaron al mercado del piso turístico, que actualmente es el rey y resulta mucho más rentable». Dos factores que hacen que la realidad es que «se alquilan muy pocos pisos de ese tipo». También afirma que «es difícil encontrar estudiantes» porque son muy pocos en comparación a la cantidad de gente que busca un alojamiento de alquiler.
De hecho, su inmobiliaria hace tiempo que ya no alquila pisos para estudiantes. «Hace diez años, todos los septiembres empezaban a venir los padres en busca de pisos para sus hijos. «Ahora hay muy poco, es un mercado residual, casi inexistente», anota.
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Para los propietarios que no han sucumbido al negocio de las Viviendas de Uso Turístico (VUT) y aún mantienen pisos en alquiler para estancias largas, la situación también se vuelve cada vez más difícil, aunque sus motivos son otros. Según Isabel Álvarez, propietaria de dos pisos en el centro de la ciudad que arrienda a estudiantes durante el curso, el problema es que «todos los alquileres les parecen caros, pero luego quieren vivir en el centro, estar cerca de la zona de copas y tener cerca una parada del autobús que les lleve a clase».
Ella alquila una de sus viviendas, en la plaza de Europa, a 250 euros la habitación, «un precio razonable teniendo en cuenta que la media está sobre los 300». Pueden encontrar opciones más baratas, «pero con habitaciones interiores y de dos metros cuadrados». A eso añade que los precios apenas varían según la zona. «Un alquiler en El Llano cuesta casi lo mismo que en el centro. Súmale el dinero que te gastas en los taxis. Al final, te acaba saliendo más caro», subraya.
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Otro problema es que los universitarios «no se quedan en verano; se van a su casa y no quieren pagar esos meses», lo que conlleva que muchos propietarios opten por inquilinos más estables. Por eso Álvarez insiste en que en Gijón «tiene que haber alquiler de todo tipo». Resalta que faltan residencias, «pero si se lo vas a poner al precio que un piso y encima con horas de entrada, de salida y normas más restrictivas, es normal que no lo quieran», por lo que remarca que la solución debería ser «disponer de pisos para estudiantes, otros para veraneantes y hoteles para todas las categorías». Entre tanto bullicio, «los pisos vacacionales son los que salvan a los estudiantes», remata. «Pero no lo quieren ver».
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