Alejandro Beneit

En el rostro de Alejandro Beneit hay una curiosa mezcla de serenidad y de inquietud, el gesto de quien siempre está a punto de emprender algo nuevo con energía y con ilusión, dispuesto a dejarse llevar por los sueños, pero se asienta sin embargo en una solidez responsable y firme. Entre las muchas teorías acerca del significado del pico de viuda en el pelo en quienes lo tienen, hay una que afirma que en los que se dibuja de esa forma el nacimiento del cabello en la frente, son portadores de buenas noticias y de una fuerte personalidad. Podría serlo: los ojos oscuros, las facciones marcadas, la mandíbula sólida, parecen dar la razón al menos a lo de la personalidad fuerte. Y sin embargo, en el fondo de la mirada le baila una alegría sureña, una vocación de broma, de liviandad, que desacredita cualquier juicio que nos hayamos hecho previamente.

Alejandro Beneit tiene pasión por las tecnologías, por la aplicación de éstas al marketing empresarial, por la innovación permanente y la investigación sistemática en los procesos que favorecen el desarrollo de aquello en lo que trabaja. Aunque también se ha dedicado a la docencia, su principal ocupación siempre ha tenido que ver con un universo en el que las palabras estrategia, marketing, comunicación, permanecen en el aire y se respiran sin apenas ser conscientes.

Pero a veces ocurre que esa profesión de repente descubre un mundo impensable, y a Alejandro Beneit ese descubrimiento le vino de la mano de su empresa, Bioparc, cuando le propuso encargarse de la dirección del Acuario de Gijón. Y haciendo gala de esa característica de su personalidad que consiste en asumir los cambios y adaptarse a lo que ocurre en cada momento sin mostrar reticencias y apenas dudas, aquí se vino, dispuesto a sustituir el sur por el norte y el sol por los días nublados.

Lo que no sabía por entonces era lo mucho que le iba a gustar vivir en esta ciudad, lo rápido que se iba a hacer a las calles, la gente, la vida. Y que la gestión del Acuario iba a suponer el descubrimiento de un mundo desconocido y apasionante. La vida de los peces, las infinitas variedades, sus cuidados, los ejemplares extraordinarios, el magnífico equipo de biólogos, técnicos, cuidadores que ha puesto ante él una maravilla que se hace más y más emocionante cuanto más se profundiza en ello. Y facilitar que todo eso llegue al público, que esa pasión encuentre miradas de niños que se abren al misterio de los fondos marinos, de adultos que se sorprenden ante lo que creían conocido y resulta ser un universo asombroso, le parece el mejor de los regalos.

Lo que Alejandro Beneit no podía sospechar era hasta qué punto iba a resultarle un hallazgo descubrir, conocer, disfrutar, aprender y sobre todo mostrar toda esa magia que guardan los océanos. Que tortugas y ajolotes iban a ocupar sus horas. Hasta qué punto el mar se iba a hacer cómplice de su vida, y bucear y hasta surfear se iban a incorporar a sus rutinas, mientras piensa cómo conseguir encontrar las condiciones adecuadas para, entre otras muchas cosas, poder tener pingüinos que vivan felices en Gijón y hagan felices a los gijoneses.