Susana Acle, en el centro, explica al grupo de visitantes el funcionamiento del tanque de tiburones, el más grande del Acuario. JOSÉ LUIS RUIZ

El Acuario enseña su lado oculto

Varias trabajadoras del centro guiaron a las visitas por el laboratorio y la cocina donde preparan dietas diferenciadas para cada especie | «Esta parte es muy chula», resumió Noa Vigil tras visitar las salas de cuarentena

JOSÉ LUIS RUIZ

GIJÓN.

Jueves, 25 de julio 2019, 00:17

El Arcu Atlánticu esta centrado este año en visibilizar a las mujeres y en el Acuario han hecho lo propio. «Hemos decidido enseñar la zona invisible del Acuario, junto con las mujeres que trabajamos en esta zona de Biología, que somos nueve», explicó Susana Acle, ... veterinaria del centro.

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Cuando los visitantes recorren las instalaciones observan los diferentes peces y especies marinas en los tanques que reproducen las condiciones de los variados hábitats de la exposición. Pero, ¿cómo es posible aunar en un solo lugar a la fauna del Atlántico norte con la de una zona de arrecife de coral del Indopacífico? Pues gracias a un trabajo casi invisible, que los 43 empleados realizan entre bambalinas. Esta es la peculiar visita que el Acuario quiere ofrecer a una selección de visitantes durante estos días. Ayer se realizó por primera vez, hoy será la segunda y el viernes habrá una tercera oportunidad de conocer el lado desconocido del vivero.

«He venido muchas veces a ver los peces y mis favoritos son los tiburones y las focas. Pero esta parte es mucho más chula, hay crías de varios peces y he visto un pulpo gigante», exclamaba emocionada Noa Vigil, que tiene ocho años y medio, tras visitar la zona de cuarentena tropical. En estas salas es donde los peces pasan un tiempo cuando llegan al Acuario, antes de poder ser introducidos en la exposición.

«Tiene tres funciones principales: hospital, guardería y aclimatación», concretó Acle. Estos tanques hacen las veces de habitaciones de recuperación de las enfermedades que afectan a las especies marinas. Además, sirven como unidad de maternidad para los inquilinos que amplían la familia y, también, para que se acostumbren a su nuevo hogar los fichajes que vienen de otros acuarios o directamente desde el 'Gran Azul'.

Pescado congelado

Como en todas las casas, una de las zonas más importantes aquí también es la cocina. Poco la distingue de la de cualquier restaurante, hay balanzas, batidoras, cuchillos y un tablón enorme en el que se detallan los diferentes menús de cada especie y de cada tanque, junto a una letra que indica el formato: pequeño (p), mediano (m), grande (g) y súper grande (xg). Esta última para los tiburones, claro.

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Lo más curioso de la cocina es que todo lo que sirve es congelado. Y es así para evitar que un hábitat tan cerrado pueda contaminarse con bacterias o parásitos. «En realidad es todo comida de uso humano, los proveedores son los mismos que surten a los restaurantes o a las pescaderías», aclaró la veterinaria. Como el pescado congelado pierde parte de sus vitaminas, en esta cocina siempre añaden suplementos específicos para cada comensal.

«No es lo mismo preparar la comida para un caballito de mar o una larva de pez payaso que alimentar al tiburón toro. Hay dietas que llevan la merluza casi entera, picados finos o incluso batidos para los corales o las gorgonias, que son animales que tienen que filtrar el alimento del agua para alimentarse», amplió Acle.

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Los trabajadores del Acuario ya conocen a todos sus inquilinos y cada día cuando les dan de comer se fijan en si parecen tener poco apetito, si se esconden o si respiran más rápido de lo normal. «Enseguida notamos la posibilidad de que estén enfermos». Algunos, como los tiburones o las tortugas, solo comen dos días a la semana: los lunes y los viernes. «La gente cree que los tiburones son unos devoradores insaciables, pero no es así. En realidad nosotros con dos días a la semana les tenemos sobrealimentados y nos cuesta que coman. Pero lo hacemos así para que nunca tengan hambre y decidan atacar a sus compañeros de tanque», aclaró.

A pesar de todo, darles de comer lleva todo un protocolo de seguridad. Los buzos entran con varios cubos y cubiertos de pies a cabeza con neopreno. En el brazo con el que les dan de comer llevan un guante de malla y dos personas vigilan desde fuera, uno desde arriba y otro a nivel del suelo.

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Todo controlado

El laboratorio es el lugar en el que se analiza diariamente el agua de todos los tanques. Siguiendo un protocolo semanal, cada día van cogiendo muestras y determinando el nivel de oxígeno, el ph del agua, el nivel de amoniaco y de nitritos. «Este trabajo está siempre orientado a prevenir cualquier cosa. Tenemos que tener todo bien controlado para que no se produzca ningún problema». El tanque de Indopacífico, donde se recrea una zona de arrecife de coral, es relativamente pequeño y sus habitantes son los de menor tamaño. Pero curiosamente es el que más cuidados requiere.

La visita duró apenas una hora pero a los participantes se les hizo corta. «Me ha parecido muy interesante lo que he visto en toda esta zona tan desconocida. He descubierto muchas cosas que no sabía», reconoció Stella Marís Prieto. Al salir, pudieron hacer la visita estándar y mirar, esta vez seguro que con otros ojos, a esos tiburones que llevaban ya dos días de ayuno.

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