josé antonio rodríguez canal
Martes, 16 de agosto 2016, 09:17
Final anodino de la feria, pese a que en el balance orejeril consten dos apéndices auriculares, que pueden inducir al error a quien no presenciara la corrida. Los toros de El Capea, de buena presencia, salieron todos abantos y con ganas indisimuladas de huida. Mansearon, con menor intensidad segundo, quinto y sexto, pero ninguno se cayó, aunque el que cerró plaza no andaba sobrado de fuerzas cuando llegó a la muleta de Manzanares.
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Padilla hizo lo que suele, pero con especial tosquedad y desacierto en esta ocasión. A su primer toro, que no quería saber nada de los engaños, le suministró una larga cambiada, de hinojos, y luego quitó por delantales .Hubo también un amago de lopecinas, o así, pero, en conjunto, nada digno de pasar a los anales del toreo de capa. Con las banderillas, mal: prendió dos pares a cabeza pasada al hacer la reunión, la mitad de un par al violín lo dejó en un brazuelo de la res tras una pasada en falso, y terminó con otro par de la misma modalidad para dejar el lomo del bicho como un acerico. Todo muy visto, todo previsible. El toro, manso, distraído, huido, no dio facilidades al diestro. Total, una plúmbea ración de nada rematada con una estocada de mala colocación y el esperpéntico desenlace del jerezano en el intento de apuntillar a la res cuando aún no se había echado en su premioso barbeo de las tablas. Otro número inadmisible se dio en el tercio de varas del segundo de Padilla (también en el primero, despachado con dos picotazos, uno cerca de chiqueros). Fue una demostración de incompetencia profesional y de falta de respeto al público. Al manso, que también huía, lo banderilleó Padilla sin lucirse. Prendió un par y medio sin asomarse al balcón y otro par al violín, mal colocado. Con la muleta, pases de rodillas iniciales y luego pico y más pico, después de citar al hilo del pitón. Mató de un bajonazo tendido. Fue un manso de libro, sí, pero, con el máximo respeto para el torero, tras lo de ayer, se puede decir que ya está muy visto.
También lo está El Fandi. Son toreros previsibles, que dan trabajo a los aplaudidores vocacionales con sus largas cambiadas de rodillas, sus zapopinas, sus chicuelinas, sus tafalleras, o así; sus banderillas, sus comienzos de faena genuflexos, su repertorio efectista, bisutería en lugar de orfebrería fina, que solo elaboran muy de vez en cuando. El primer toro de El Fandi, manso, tomó una vara. Fandila se eternizó al banderillearlo y prendió tres pares de buena colocación. Con la muleta, si quitaba el trapo de la cara del bicho, el bicho se iba, inconveniente que en parte salvó El Fandi, aunque el trasteo resultó de calidad diversa. Le faltó temple y le sobró pico, pero también se estiró con mando en una tanda al natural. El quinto, grandón, tuvo mejor son y metía la cabeza cuando se le ofrecían los engaños, tras recargar en su única entrada al caballo y después de que Fandila le pusiera tres pares y medio de banderillas con fortuna desigual. Con la muleta no acabó de exprimir todo lo posible la embestida del toro y falló con el acero.
De la actuación de ayer de José María Manzanares quedan para el recuerdo detalles sueltos de buen gusto, de bien hacer. Pocos. En el tercero de la tarde, que se llevó un picotazo y una buena vara, el alicantino hizo una faena de muleta para el olvido, por la falta de temple, con frecuentes enganchones. Una vulgaridad fue la cosa y un mitin dio con la espada y el estoque de cruceta el de Alicante. En cambio, en el toro que cerraba plaza y feria, badanudo, blando, y noble, que se llevó un buen puyazo, Manzanares mejoró de registro y con la franela hizo una faena a base de redondos, sin probar a pasárselo con la zurda, que tuvo momentos, pocos, de excelencia. Y eso fue todo y se acabó lo que se daba.
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