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Pelayo y Jovellanos, de fiesta

Pelayo y Jovellanos, de fiesta

Las estatuas en honor de estos dos ilustres personajes fueron erigidas hace 125 años

MARCO MENÉNDEZ

Sábado, 6 de agosto 2016, 10:35

A finales del siglo XIX Gijón mantenía una deuda con dos de los protagonistas más ilustres de su historia y la ciudadanía lo sabía. La villa debía un merecido reconocimiento al Rey Pelayo, fundador de la monarquía asturiana y considerado rey de Gijón -por ello figura en el escudo de la ciudad- y al ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, para quien la propia Reina Isabel II había autorizado un homenaje décadas atrás sin que los responsables municipales hubieran decidido cómo llevarlo a cabo. Pero el entonces alcalde Faustino Alvargonzález decidió tomar medidas y de él partió la iniciativa de levantar sendas estatuas monumentales en honor y recuerdo del rey y el ilustrado.

Ambas imágenes se erigieron con un día de diferencia. La primera fue la de Pelayo, el 5 de agosto de 1891. Su creación ya había sido solicitada por el propio Jovellanos, pero hubo de esperar bastante tiempo para que la plaza del Marqués de San Esteban se viera coronada con una imagen de bronce del infante, con la mano derecha levantada y portando una cruz. La escultura está inspirada en un cuadro de Madrazo. El bronce necesario para su elaboración fue donado por el Gobierno español y el encargado de realizarla fue José María López, si bien la pieza fue fundida por el maestro fundidor Carlos García Nosti en la Fábrica de Moreda y Gijón. En el pedestal se colocaron cuatro inscripciones alegóricas -una redactada por Jovellanos y el resto, por el catedrático Manuel Rodríguez Losada- y el conjunto se completó con cuatro cabezas de león con concha de las que manaba agua. La inauguración se realizó con la mayor pompa, pues a una misa le siguieron el sonar de las bandas de música y el disparo de cañones desde las baterías de la plaza y el acorazado 'Pelayo', fondeado en la bahía.

Al día siguiente le tocó el turno a la estatua de Jovellanos, en la plaza del Infante y que ese mismo día fue rebautizada como del Seis de Agosto, como recordatorio de la fecha de su vuelta del destierro de diez años en Mallorca. En esta ocasión, la Academia de Bellas Artes de San Fernando convocó un concurso y fue el escultor Manuel Fuxá y Leal el encargado de la ejecución. Para ello, precisó de tres toneladas de bronce -también donadas por el Gobierno-, que fueron fundidas en el taller barcelonés de Vidal y Compañía, también conocido como Talleres Masriera.

Muchísimos gijoneses asistieron a la inauguración. A los pies de la imagen se postraron hasta 26 coronas de flores; una de ellas enviada por la Reina María Cristina. Tampoco faltaron dos criados de librea custodiando el pedestal, la Marcha Real Española, desfile militar y procesión hasta la casa natal de Jovellanos.

Gijón saldó así, hace 125 años, la deuda que mantenía con dos de los personajes de la historia de la villa que más tuvieron que ver con que Gijón sea lo que hoy es. El primero, el Rey Pelayo, desde sus batallas contra el ejército moro encabezado por Munuza, y el segundo, trayendo a España las corrientes librepensadoras procedentes de Francia y colaborando con la industrialización y la educación de Gijón y el resto de Asturias.

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