Jaime Gros, ayer, durante la conferencia, con algunas piezas de motores delante.

Motores para el espacio

El ingeniero Jaime Gros explica a los alumnos de la Politécnica cómo construir pequeños modelos con materiales como latas de refresco

Alicia G. Ovies

Jueves, 24 de septiembre 2015, 00:15

En 1816 el reverendo escocés Robert Stirling inventó un motor térmico cuyo funcionamiento consistía en la transformación del aire caliente en frío, y viceversa, dentro de un circuito cerrado. Casi 200 años después, este mecanismo nunca ha llegado a comercializarse a gran escala. Aún así, su gran rendimiento y la posibilidad de aplicarlo en cualquier fuente de calor lo hacen «no tener competencia» en el mundo de las naves y las sondas espaciales. Así lo explicó el experto Jaime Gros, ingeniero industrial por la Universidad de Barcelona, en una conferencia impartida en el Aula Magna de la Escuela Politécnica de Ingeniería.

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Al mandar una sonda espacial fuera del sistema solar no se pueden poner paneles solares, la única manera de producir electricidad es utilizar una fuente de calor. «En este caso se utiliza un cajón con plutonio que dura 14 años. Por ahora llevan conversores de calor en electricidad a base de uniones de dos metales. El mantenimiento es muy bueno, pero el rendimiento muy malo. La otra opción es el motor Stirling. En la parte caliente llevaría el plutonio y en la fría el exterior de la nave. Puede llegar a funcionar once años», detalló Gros.

Este motor está dividido en dos partes. En una se encuentra el aire caliente y en la otra el frío. Existen tres tipo: el alfa, el beta y el gamma. En el segundo, las dos zonas están separadas por un émbolo que se va moviendo de un lado a otro. Algunos de ellos tienen un regenerador que permite alcanzar un mayor rendimiento. Se trata de un intercambiador de calor que lo absorbe o lo cede dependiendo del momento del ciclo en que se encuentre.

Otra de las mayores opciones de futuro para este motor es producir energía eléctrica a través de la energía solar. Consistiría en «poner unos paneles de espejo y colocar el mecanismo». «Se han hecho bastantes de este tipo. En concreto, hay tres empresas trabajando en ello, que lograron un rendimiento del 35%. Algo muy complicado. Por desgracia, ahora mismo se encuentran en 'stand bye'», se lamentó el ingeniero.

La última posibilidad, «si los fabricantes de coches híbridos tuvieran ganas de hacer algo más barato y eficiente», sería cambiar los motores actuales por el Stirling.

Estanqueidad perfecta

Para mostrarles a los asistentes del funcionamiento, Gros llevó varios modelos construidos por él mismo con latas recicladas o materiales que cualquiera puede conseguir fácilmente. Entre los modelos, además de uno solar, los había que funcionaban con helio o simplemente con agua caliente y dos cubitos de hielo. El ingeniero también explicó cómo poder construir uno. Su primer consejo fue empezar por un diámetro de unos 40 milímetros, al ser «más manejable». «El cilindro desplazador puede realizarse con una lata metálica o un objeto de acero inoxidable». Pero lo más importante es que «la estanqueidad sea lo más perfecta posible».

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