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Alicia G. Ovies
Viernes, 26 de junio 2015, 02:19
El Plan de Vías los han mantenido los últimos meses en el punto de mira, pero la Federación de Asociaciones de Vecinos de la Zona Urbana lleva 26 años luchando por mejorar la vida de los gijoneses. A lo largo de este cuarto de siglo han conseguido dotar la ciudad de «centros sanitarios, educativos, traer la radioterapia...». «Gijón no sería lo que es sin la lucha de los que estuvieron antes que nosotros. Tenemos una ciudad hecha», afirma la actual presidenta, Tita Caravera. Esa es la razón de que el lunes vayan a recibir la Medalla de Plata. Una distinción que «nos merecemos. Nadie nos regala nada». Este premio, añade, «es para los que estamos y estuvieron. Gente muy buena y trabajadora».
El movimiento vecinal cuenta con una dilatada historia en Gijón, llena de reivindicaciones. La última, además del 'solarón', es el problema de la contaminación, que sufren principalmente los vecinos de la zona oeste. «Están pasando momentos muy malos. Las empresas cada vez gastan menos en medidas de seguridad», afirma Caravera. Para tratar este tema realizarán el próximo otoño unas jornadas. «El Principado prometió que llevaría a cabo varias medidas, pero seguimos esperando», critica. Ante esta falta de actuación, su intención es pedir una reunión con el próximo Gobierno regional, cuando éste ya esté conformado.
«Nos tienen en cuenta»
La junta ejecutiva de la FAV, formada por ocho miembros y encargada del día a día de la federación, se reúne como mínimo una vez al mes coincidiendo con la asamblea directiva. «Aunque, dependiendo de los temas, podemos hacerlo más veces», explica. Su principal función es «dar contestación a los problemas de los vecinos», aunque las asociaciones vecinales tienen independencia y solo intervienen en ellas cuando «nos piden ayuda». Si ese es el caso, «intentamos machacar más de lo que puedan hacer ellos», pues el Ayuntamiento «nos tiene en cuenta». Caravera reconoce que la federación «siempre suele tener respuesta del Consistorio gijonés, aunque no siempre es la que nos gustaría».
En los últimos tiempos lo más demandado por los vecinos a las asociaciones son actividades de ocio y tiempo libre. «Los cursos y talleres permiten a sus participantes crear redes de apoyo y amistad. A la mayoría acuden muchas mujeres, que a lo mejor están solas, y así ocupan su tiempo», afirma. Un papel socializador que Caravera destaca.
Durante estos años les ha dado tiempo a sacar adelante muchos proyectos, pero también a cometer errores, aunque su objetivo de «defender lo público» sigue intacto. «Hay una tradición de asociaciones de vecinos fuerte, están muy comprometidos con la vida social y política», asegura. A pesar de que ellos no entienden de colores: «Nos toca estar con el Gobierno que haya ganado las elecciones, en este caso ha sido Foro». Del partido de Carmen Moriyón alaba que, aunque en un principio ellos estuvieron en contra de la normativa, «han terminado con el botellón. Como mucho quedan pequeños focos».
Si tuviera que buscarle un fallo a su trabajo sería que «la gente está muy acomodada, deberíamos ser más reivindicativos. Salir más a la calle. Somos una sociedad con mucho miedo a movilizarse, pero también tenemos que tener en cuenta que no es fácil». Además, reconoce que «quizás nos faltó dar un salto». «Algunas personas nos quedamos un poco anclados en ciertos temas». Un ejemplo son los proyectos sociales que algunas asociaciones ya empiezan a llevar a cabo.
Último mandato
Tras ocho años como presidenta, un parón de seis y ahora otros dos mandatos a sus espaldas, Caravera reconoce que «ya va siendo hora de dejar paso a otra gente». «Mi ciclo está completo», asegura. Espera, por tanto, que en 2016 -fin de su mandato actual- se lleve a cabo un relevo, aunque reconoce que está difícil, pues «la gente del movimiento vecinal está muy envejecida». Algo que para ella es «un reflejo de los barrios». Este poco interés de involucrarse de los jóvenes le recuerda a una frase que le escuchó en su momento al presidente de la federación de Madrid: «A los jóvenes mientras viven en casa de sus padres no les interesa su barrio. Cuando empieza a hacerlo es cuando se van a vivir a zonas que están empezando a construirse». Un ejemplo es Nuevo Roces o Jove, donde cuentan con «unas directivas muy jóvenes». Y aquí entona el 'mea culpa': «El movimiento vecinal no es atractivo para ellos, pero igual es que nosotros no les dejamos participar o no les damos toda la libertad que deberíamos».
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