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Alicia G. Ovies
Jueves, 25 de junio 2015, 00:12
Han realizado más de 700 misiones de rescate con éxito, superan las 5.500 horas de vuelo y han rescatado a más de 500 personas. Son 24 personas anónimas, que cada día velan por la seguridad marítima de las costas asturianas esperando el momento de que sus servicios hagan falta y trabajando para estar al nivel adecuado. Los tripulantes del Helimer, pertenecientes a la empresa INAER, recibirán el lunes la Medalla de Plata de la Villa por ser «parte indiscutible de Gijón». Un reconocimiento que para ellos supone «una divulgación de lo que hacemos». «Es un honor y un orgullo para todos que pongan en valor el trabajo que realizamos», reconocen.
Al mes cada equipo sobrevuela las aguas asturianas una media de entre 40 y 50 horas, entre entrenamientos y salidas. Lo que equivale a 10 por tripulante. Los 24 miembros de la base realizan tres ejercicios de preparación a la semana de un par de horas de duración que pueden varias si surge algún rescate. El último realizado durante la tarde de ayer. En ellos tocan todos los temas con los que puedan encontrarse: acantilados, barcos de recreo, personas en el agua... «El helicóptero tiene muchas capacidades y tienes que tenerlas todas operativas», explica el comandante y piloto Guillermo Sainz. Existen, además, diferentes tipos de maniobras sobre las que hay un registro en el que quede constancia de que «se ha militado cada una de esas disciplinas».
Cuando suena el teléfono, el tiempo comienza a correr. «Desde que recibimos la llamada de la torre hasta que estamos en el aire podemos tardar entre 10 y 20 minutos», explican. Durante ese plazo han realizado una puesta en común de todo lo que van a necesitar, hecho los cálculos pertinentes y recogido todo el material. En el caso de que el aviso sea sobre un hombre en el agua, los tiempos menguan. Una vez llegan al punto indicado, «los procedimientos son muy rígidos», aunque muchas veces depende de lo que se encuentren. «Cada barco y cada situación es diferente. Esto es una cadena y todos somos los eslabones», afirma Pablo Cortizas, operador de grúa.
15 minutos de rescate
La meteorología o la ubicación son otros factores considerables a la hora de realizar una intervención. Además, «cualquier base del norte es más compleja que una del Mediterráneo». «Los acantilados son muy complicados, sobre todo de noche, porque el helicóptero tiene que acercarse lo suficiente para dejar al rescatador, pero sin tocarlo», relata el nadador de rescate Jorge Hurtado.
Un ejemplo es uno de sus últimos casos. «Salimos a por un buceador que le había dado una parada respiratoria», recuerdan. Entre hacerle los primeros auxilios y llevarlo a donde estaban los servicios de emergencia tardaron tan solo 15 minutos. «Cuando hay un hombre en el agua, si no hay ninguna complicación, en tres minutos lo hacemos», explican.
Ninguna misión es más fácil que otras. Todas tienen su riesgo y pueden acabar complicándose. «Hubo un compañero que estaba tranquilamente en un barco, pensando que no había ningún problema y tuvo que saltar porque acabó explotando», relata Cortizas. Los años no les han hecho acostumbrarse a la sensación que tienen cada vez que reciben una llamada. «Llevo 21 años en esto y sigo teniendo las mismas sensaciones que al principio», reconoce el comandante. Aunque algunos llevan la espera con más o menos calma. «Tenía un compañero que llevaba 25 años trabajando y aún así cada vez que sonaba el teléfono salía corriendo. Muchas veces era su mujer», recuerda entre risas el piloto Iván Ortega. Los rescates son el momento en el que más tensión viven, pero no son sus únicas labores. «Salimos a realizar búsquedas, a recoger muestras de hidrocarburo o a mirar si hay manchas».
Hundimiento del Cabo Peñas
El helicóptero fue el primer Helimer Cantábrico. Tiene un área asignada de unas 160 millas, aunque lo máximo que han salido son «unas 120». Y, aunque si es necesario cubren las necesidades de todo el norte, normalmente solo tienen las misiones de Asturias, pues en el resto de comunidades ya hay otras bases. Mide 19'6 metros de longitud, un tamaño considerado medio, y puede albergar en su interior a unas 15 personas. Capacidad que se limita en rescate a entre 8 y 10. «Aunque realmente para ir cómodos, lo perfecto son los dos pilotos más cuatro pasajeros», explican.
En su interior, además, llevan una camilla, una cámara de visión nocturna, alforjas, bengalas, una balsa salvavidas, un radar de búsqueda, un foco y dos grúas, con sistemas autónomos e independientes.
Con él, participaron hace un año en el rescate del pesquero que se hundió en el Cabo Peñas, «uno de las muchas misiones que son muy mediáticas, pero que en realidad no suponen una dificultad». «Por ejemplo, unos días antes tuvimos un caso de un barco que se había dado la vuelta, que fue mucho más complicado, pero del que nadie se hizo eco», recuerda Hurtado.
El lunes todo este equipo estará presente en el Teatro Jovellanos para recoger el merecido galardón, a excepción de un grupo que, como no, tendrá que quedarse de guardia. «Van todos menos yo», se lamenta Cortizas.
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