ALICIA G.-OVIES
Domingo, 17 de mayo 2015, 01:30
Fue en 1987 cuando Enrique López, fundador de Confecciones Gijón (más conocida como Camisas IKE) cedía a la Administración el control de la empresa. Los problemas económicos habían ido creciendo y él no se veía capaz de hacer frente a la situación. Los años siguientes, el Gobierno intentó sacar la fábrica adelante, pero fracasó. En 1990, después de tres años intentando mejorar la situación decidieron sacar adelante un expediente de crisis. 277 trabajadores tenían que irse a la calle.
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EL COMERCIO se hizo eco de todos los pasos que trabajadoras, Administración y sindicatos empezaron a dar entonces. Manifestaciones, reuniones, encierros y barricadas fueron narrados a través de las páginas de este periódico. Situaciones que dejarían en nada a los tan conocidos escraches. Una muestra es la noticia que salía el 7 de junio de 1990: «Cerca de un centenar de trabajadores arrojan treinta monedas a la consejera de Industria, Paz Fernández Felgueroso cuando salía de su domicilio». Durante los meses de lucha, las trabajadoras interpusieron varias denuncias. Tanto a la compañía, como a la ministra de Industria o al del Trabajo. Casi todas ellas por el mismo motivo: «Presunta malversación de fondos y evasión de activos de la empresa».
«Dormimos donde podemos»
El 15 de junio, tras el cierre definitivo de Confecciones Gijón, comenzó una de las medidas más importantes llevadas a cabo. Un encierro en la fábrica que se prolongaría durante cuatro años. «Dormimos encima de las mesas, en los sofás... donde podemos, pero mantendremos nuestra actitud», declaraba una de las afectadas a EL COMERCIO el 21 de junio. Nueve días después se publicaba: «La consejería ofrece un proyecto de recolocación de 115 trabajadores». Una iniciativa que nunca se llegó a llevar a cabo. Las manifestaciones se sucedían. El 12 de julio de 1990, dos mil personas se manifestaron para pedir soluciones. «Trabajadoras secuestran un bus de EMTUSA», podía leerse el 5 de septiembre.
Llegó 1991 y los problemas de Confecciones Gijón seguían sin una solución. «CC OO concede al Gobierno un plazo de 15 días para que ofrezca una salida», se publicaba el 6 de marzo. Parecía que el fin a tan largo camino se acercaba. Pero no fue así. Pasaron los meses... y los años. Fue en 1994 cuando las trabajadoras consiguieron hacerse con la fábrica, que posteriormente vendieron a un empresario mierense. Se ponía fin así a cuatro intensos años de una lucha que marcó una época en Gijón y que no ha vuelto a repetirse.
Muchas de las viejas imágenes se podrán ver del 1 al 16 de junio en el Antiguo Instituto, en una muestra fotográfica que conmemora los 25 años de este histórico conflicto.
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