Jorge Huergo, en plena campaña de cosecha, inspecciona algunas de las plantas que tiene en su finca de Vega.

«Esta planta podría quitar el hambre en el mundo»

Jorge Huergo tiene una hectárea de cáñamo industrial en Vega. De él defiende su alto valor nutritivo y productivo

Óscar Cuervo

Martes, 7 de octubre 2014, 00:22

Se podría decir que llegó a este mundillo de casualidad. «Mi madre enfermó por culpa de un tumor cerebral y me planteé hacer un huerto para darle de comer de forma ecológica». Así fue haciéndose con tierras, hasta dar con una hectárea de terreno en Vega, que tiene arrendada por «poco dinero». En ella cultiva cáñamo, aunque la decisión no fue fácil. «Lo hice tras leer mucho. Al principio, pensé en la escanda y los arándanos. También influyeron unos cuantos productos elaborados con cáñamos, que me encantaron, y que en Asturias, que yo sepa, nadie lo cultive», cuenta.

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Y así llegó hasta el período de cosecha, que ahora empieza, «antes de las lluvias y porque me lo estaban comiendo los pájaros». Cuenta con una subvención para agricultores menores de 40 años -que acaba de cumplir- y afirma que el cáñamo «es rentable». «No lo son las maquinarias», aclara, porque solo una para hacer aceite cuesta unos 5.000 euros, un dinero que no está dispuesto a invertir hasta no saber si podrá amortizarla.

Por eso, su idea ahora mismo, de momento, es recoger la cosecha, vender al por mayor y, lo que sobre, distribuirlo por tiendas ecológicas, «para darlo a conocer». «Englobando todo, el cáñamo tiene 20.000 usos», insiste.Huergo, a quien le gustaría ver más productores de cáñamo en Asturias -por aquello de que 'la unión hace la fuerza'-, ofrece algunos datos, de momento hipotéticos, sobre su cosecha. «No sé si un año es bueno y otro malo, como pasa con la manzana. En Asturias solo tenemos una al año, mientras en otros lugares, como Alicante, consiguen dos. Eso sí, allí tienen que regar. Yo, no», apunta. En toneladas, cree que será capaz de lograr una y media de semillas -«se pueden en ensalada, por ejemplo- y otras tres de masa floral. Esta última se la pagan «a 25 euros el kilo en Holanda». «Esta planta podría quitar el hambre del mundo. Crece en cualquier parte y la proteína que lleva es buenísima», señala, mientras desgrana otros beneficios. «Es la segunda leche más nutritiva después de la materna, una hectárea quema tanto CO2 como cuatro de eucaliptos y da cuatro veces más papel que el mismo espacio ocupado por árboles».

Pese a todo, debido a la cercanía de la planta con la marihuana, Jorge Huergo decidió avisar a la Guardia Civil sobre el cultivo de cáñamo que iba a realizar. «Por cortesía», apunta, «porque no es necesario». «Me dijeron que no ningún había problema. Que mientras les cogiese el teléfono para cuando quieran venir a medir el THC - tetrahidrocarbocannabinol, sustancia psicotrópica presente en la marihuana-, que no habría problema alguno», precisa. Pese a ello, son numerosos los curiosos que se acercan atraídos, en especial, por el olor de las plantas, que confunden, en otros tantos casos, con el de la marihuana. «Mucha gente que pasa por aquí cerca sí que comenta cosas, por eso preferí llamar a las policías, para que sepan que existe este cultivo», añade.

«No es marihuana, ojo»

Pese a ello, reconoce que aún queda mucho camino por recorrer para evitar, precisamente, este tipo de prejuicios: «A veces pregunto a mis amigos por las fincas de sus abuelos, para que nos las dejen para plantar cáñamo. Me dicen que si estoy chiflado, que cómo voy a plantar marihuana allí. Tengo que explicarles que no lo es, que es cáñamo».

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Bajo su punto de vista, estas reticencias pueden deberse a la prohibición de cultiva cáñamo establecida «por la dictadura, que firmó acuerdos para la utilización de derivados del petróleo, cuando el cáñamo podía cumplir esa función sin ningún problema».

«Es impensable que esto sucediese durante tanto tiempo. En Francia, por ejemplo, nunca hubo problemas. En España, hasta hace unos cinco años que se liberalizó, solo podías cultivas a través de unos tiques que nadie tenía», explica.

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