Valentín, Pedro y Beatriz, y sus hijos Adán y Felipe, tres generaciones frente al negocio familiar situado en Fontaciera.

La familia Gil toca madera

El negocio de Fontaciera llega a su cuarta generación con 500 hórreos y paneras construidos en sus 85 años de vida, el más lejano en Argentina

ADRIÁN AUSÍN

Domingo, 14 de septiembre 2014, 01:08

Todo empezó con Teodoro. Tras varios años reparando desconchones en los hórreos del entorno, haciendo chapuzas aquí y allá, en 1929 tomó la decisión de comprar una sierra e instalarla junto a su casa en la carretera de Fontaciera. Cuando tenían que hacer reformas en sus viviendas, los vecinos del entorno -Sotiello, Carbainos, Peñaferruz, Cenero- talaban algún árbol en su propiedad y lo llevaban a la sierra de Teodoro para filetearlo en listones de madera. Él les cobraba por horas. «A 3 pesetas la hora en los años 40», rememoraba ayer Valentín, la segunda generación del negocio familiar Hórreos y Paneras Gil, que acaba de cumplir 85 años de vida con medio millar de construcciones en su haber que lo convierten en «líder» del sector.

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En los tiempos de Teodoro, la sierra se compatibilizaba con el ganado y la huerta. Pero la demanda crecía y crecía, de modo que la luz saltaba cada poco. Así que acabaron por contratar un transformador más potente y por adquirir una sierra mayor. Entonces empezó a fabricar aperos de labranza -llabiegos, gradias, xugos, copinos, carros de vacas, llagares pequeños...-, que se vendían como churros. Y de ahí saltó a comprar madera de los montes a gran escala para las galerías de las minas. Y de ahí, finalmente, a fabricar hórreos y paneras al completo. Tal fue la prosperidad del negocio que llegó a tener pedidos a un año vista y a fabricar hasta 30 unidades en ese período.

Al otro lado de la carretera

Así cedió el testigo Teodoro a Valentín, quien recuerda tal caudal de trabajo que le obligaba a «comprar castaños para cuatro o cinco años, pues el proceso de secado artesanal llevaba ese tiempo». En aquellos prósperos años 70 y 80, Hoypagil llenó de hórreos y paneras toda la geografía asturiana. Y toda la península ibérica: Madrid, Barcelona, Gerona, Granada (para un hijo de Pérez de Tudela) o Ciudad Real, donde levantaron su mayor panera, de 90 metros cuadrados, para un manchego que frecuentaba Asturias. También levantaron hórreos en otros países como Alemania, por encargo de un emigrante, o Argentina, para el Centro Asturiano de la Plata.

Aquella prosperidad determinó el salto al otro lado de la carretera, de la vivienda familiar a una amplia parcela adquirida a Asturiana de Asfaltos. Coincidió con la llegada de la tercera generación al frente del negocio en 1994. Pedro Gil construyó una amplia nave y adquirió, de forma progresiva, moderna maquinaria: carretillas elevadoras, una planta de tratamiento de la madera, programas de software y una máquina de control numérico, la joya de la corona del negocio, con su preciso corte de las piezas a medida.

Sin embargo, cuando mejor preparados estaban, llegaron dos circunstancias adversas. Primero, el endurecimiento de la normativa que pasó a prohibir expresamente la construcción de hórreos y paneras como viviendas, permitiéndolas solo en su tradicional función de almacén en fincas donde ya exista una vivienda previa. «Los encargos cayeron en picado», rememora Pedro. El segundo dardo vino en forma de crisis, la vivida por casi todos desde 2007.

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Amenazaba con cumplirse el mal fario de la tercera generación de los negocios familiares precisamente cuando estaba al frente quien más lo había potenciado en un primer momento. Pero Pedro Gil reaccionó a tiempo. Hoypagil se apretó el cinturón y diversificó su oferta: juegos infantiles, mobiliario urbano, cubiertas, porches, cenadores, mesas de merendero, casas de madera... Una nueva y variada actividad en la que han sumado creaciones tan diversas como el tendayu del Pueblo de Asturias, enfriaderos de cok para Arcelor y otras firmas internacionales, la fachada del edificio bioclimático de Siero, la exposición de National Geographic en el Muelle o, recientemente, una vivienda doble en Salinas de 650 metros cuadrados partida por la mitad para uso de dos hermanos. «No tenemos un catálogo. Hacemos casas de madera, con base de hormigón, por el sistema canadiense de entramado ligero. Son a medida, al gusto de cada cual», aclara Felipe, cuarta generación de Hoypagil junto a su hermano Adán.

Marca registrada

Pese a toda esta reconversión, el negocio no pudo evitar entrar en concurso de acreedores en 2012. «Fue un momento muy duro. Pero los proveedores, los clientes y los obreros confiaron en nosotros y con su ayuda pudimos salir del concurso en marzo de 2013», resalta el gerente. Lo cuenta en el salón de reuniones de Hoypagil en presencia del patriarca, Valentín, quien cambió hace 18 años la madera por les fabes y las lechugas (su inmenso huerto podría dar de comer a un pueblo entero), su mujer Beatriz, y sus hijos Adán, responsable de las ventas y el taller, y Felipe, volcado en la contabilidad y labores de oficina. Además de los brotes cultivados por Valentín, Hoypagil constata un repunte en el negocio. La cosa «no está para tirar voladores», pero ya hay sobre su mesa nuevos encargos, incluidos hórreos y paneras. Y en esa permanente vista al frente, la cuarta generación tiene ya registrado 'El hórreo del siglo XXI', una marca que mantiene la estética e incorpora sistemas constructivos diferentes. La familia Gil sigue tocando madera.

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