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Óscar Cuervo
Jueves, 14 de junio 2018, 13:26
Amas y amos de casa se amontonan alrededor de David Arrieta. Desde su estand explica con gran lujo de detalles las bondades de 'L'impido', una extraña piedra capaz de quitar todo tipo de mancha en prendas de vestir, alfombras y cualquier otro tejido imaginable.
Y lo prueba. Coge aceite, salsa de tomate y tinta de bolígrafo, entre otras muchas cosas, y se 'baña' con ellos. Deja la camisa que lleva puesta para, literalmente, tirar a la basura. Pero, moja la piedra quitamanchas, crea una espuma con la que frota su camisa y, ¡sorpresa!, aceite, tomate, bolígrafo y demás desaparecen. «Lo mismo pasa con este billete de 20 euros -que embadurna en tinta azul-. ¡Ha quedado tan sucio como el dinero de Bárcenas!», exclama para alborozo del personal. Un toque de piedra y billete limpio.
Tras los aplausos, anuncia que «dos piedras cuestan 10 euros e incluimos otra de regalo», con lo que empieza un vertiginoso ir y venir de bolsas con el producto y de dinero procedente de las ventas. Así concluyen sus demostraciones, incalculables a lo largo de todo un día. «La Feria está yendo bastante bien este año, pero también está resultando dura en cuanto al trabajo», apunta a EL COMERCIO. ¿Hay que ser caradura para vender bien? «Caradura no (ríe). Solo intento transmitir energía positiva desde mi estand, que la gente se vaya con una sonrisa. Hay que venir para ganar, no para perder», indica.
Sin trampa ni cartón
El puesto de Arrieta es de los más concurridos de la galería comercial, con permiso de Manuel Angleu, quien vende un pelador-troceador -una especie de todo en uno para la cocina- que hace maravillas con patatas, cebollas, zanahorias, tomates y todo alimento que se ponga por delante.
Él es un torbellino de información que cautiva a la gente. Que si está compuesto por diferentes utensilios, que si se venden en una coqueta caja, que si todo por 10 euros. Les ametralla. Mientras habla, Angleu aprovecha para demostrar cómo se pueden pelar y cortar las patatas -que adquieren figuras de lo más artísticas-, y cómo se trocean zanahorias y cebollas, sin necesidad de pegarse con cuchillos y «sin hacer mucha fuerza», aclara él.
Después, tras convertir en finísimas rodajas a un tomate, no duda en lanzar al aire un par de estas lonchas, que acaban estampadas en la pared. Todo para demostrar que no hay ni trampa ni cartón en sus exhibiciones.
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