Óscar Cuervo
Sábado, 24 de mayo 2014, 17:53
«Cuando hablabas con él tenías la sensación certera de que estabas tratando con un paisano. Un paisano de los que te no dicen una cosa cuando la realidad es otra, de los que no te engañan». Carlos Rubiera, concejal de Educación y Cultura, descubrió ayer una placa en memoria del fabricante de gaitas Alberto Fernández Velasco, fallecido en 2011, quien, para el edil, fue «el mejor y el que más talento y pasión aportó» para el desarrollo del instrumento musical asturiano por excelencia. «Perfeccionó hasta el límite la afinación de la gaita, conservando su timbre para que pudiese acoplarse a todo tipo de formaciones, algo que nadie podía imaginar. Ello se consiguió gracias al esfuerzo de Alberto», destacó Rubiera, quien también aprovechó para recordar el trabajo desempeñado por María del Carmen, esposa de Fernández Velasco, «que pulía y barnizaba» las gaitas de su marido. Por el lado familiar, Alberto Fernández Varillas, hijo del homenajeado, agradeció el gesto promovido por la Asociación de Vecinos San Jorge de Santurio, con la que Fernández Velasco mantuvo una gran relación al ser vecino de la parroquia y tener fijado allí su taller artesano. Varillas apuntó que uno de los mayores deseos de su padre era que una de sus creaciones descansase en el Museo de la Gaita, como ahora sucede.
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Por eso y por la placa descubierta ayer, que, escrita en asturiano, señala que «los instrumentos que Alberto Fernández Velasco robló rescamplen pola bona fechura, pola esauta afinación y pol escelente soníu», se cierra por completo el círculo. «Se ha cumplido el sueño de mi padre», agradeció Varillas, quien heredó de su progenitor el gusto por la cultura musical asturiana.
En la familia de Alberto Fernández Velasco no había tradición musical, pero ello no resultó ser una barrera para que, desde muy joven, naciese en él una afición inquebrantable. Compró con 16 años su primera gaita y a los 26, procedente de su Acebal natal, en El Entrego, se trasladó a Gijón para trabajar como ebanista, oficio que terminó abandonando por su amor a la gaita. Pasaron 11 años, eso sí, hasta que fabricó la primera de todas, siguiendo el modelo tradicional fijado por Antonio Álvarez Vega, 'Cogollu'.
Fernández Velasco estaba convencido, ya por aquel entonces, de que el puntero de la gaita necesitaba una mejora que la hiciese ganar en sonoridad. Así que comenzó a investigar con antiguas gaitas asturianas, siempre con el objetivo de enriquecer su afinación, tarea que le llevó a la cima en 1985, cuando hizo su primer puntero con escala temperada. Desde entonces, las gaitas de Fernández Velasco se convirtieron en las preferidas de muchos solitas, motivo por el que comenzaron a ser más que frecuentes en festivales como el de Lorient.
En los últimos años trabajó para que la gaita pudiese formar con otros instrumentos sobre un escenario y para que se compusiese más música para ella. Para que, en definitiva, la gaita perpetuara su protagonismo en el ideario cultural asturiano.
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