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En la mansión de los Llano Ponte, en la calle del Rivero, visitó Jovellanos al obispo. / R. BARAGAÑO
Avilés y Castrillón en los 'Diarios' de Jovellanos (I)
AVILES

Avilés y Castrillón en los 'Diarios' de Jovellanos (I)

PPLL

Lunes, 31 de agosto 2009, 04:34

En su diario cuarto, correspondiente al año 1792, Jovellanos relata, en su itinerario octavo, un viaje desde Gijón hasta la comarca avilesina y la zona de Pravia. En la tarde del sábado 14 de julio de 1792 salió de Gijón en dirección a Avilés. Tras abandonar el concejo gijonés, entró en el de Carreño y, por Guimarán, Tamón y Trasona, llegó a la «bellísima parroquia de Villalegre, más poblada y con más señales de riqueza que las otras por su caserío. Nueva carretera, ancha y bien trabajada, plantada de álamos malos al principio, buenos y mejores después. Enorme y feo canapé en medio de un gran trozo de camino levantado sobre altísimos y fuertes paredones, y que debió por lo mismo ser muy costoso (...) Al lado del camino, bellísimos prados y heredades. País delicioso por todas partes, aunque no pudimos observarle bien por ser ya de noche».

Acompañado por su hermana Gertrudis y varios viajeros más, entró por fin, tras cuatro horas de viaje, en Avilés, donde visitó a varias personas principales, entre ellas al obispo Juan de Llano Ponte, cenó y durmió. El prelado avilesino, amigo de Jovellanos, había sido durante veinte años obispo auxiliar de la diócesis y sucedió a Pisador en 1791. Solía pasar largas temporadas en el palacio que su familia poseía al comienzo de la calle del Rivero, edificio construido por los hermanos García Pumarino, en el que Armando Palacio Valdés situó algunos pasajes de su novela 'Marta y María' y hoy sede de los multicines Marta. Para poder acceder en carruaje a dicho palacio, el obispo compró y demolió parte de los soportales de la estrecha calle, y también elevó y dotó de alcantarillado el pavimento, con el fin de que no sufriera inundaciones por las abundantes aguas procedentes de la huerta (hoy parque municipal) del marqués de Ferrera.

El domingo día 15 de julio fue a oír misa a la parroquia de San Nicolás, donde le sorprendió «a la entrada un bellísimo capitel romano de mármol blanco de orden corintio, que sin el cimacio tiene una vara de alto. Está a la derecha de la puerta principal de la parte de afuera y sirve de pila de agua bendita. ¡Qué columna no correspondería a los modelos de semejante capitel y qué templo o edificio a semejante columna!» La portada de la iglesia le pareció a Jovellanos «de buena y antigua arquitectura asturiana»; el interior, más reciente y del gótico moderno. Cita a continuación la capilla de Solís, en cuya portada hay una 'inscripción curiosa' que copió. Allí asistió a una misa de veintinueve minutos de duración.

Al lado del gran pórtico cubierto está la capilla de los Alas, entonces propiedad de José Carbayedos, «muy venerable por su antigüedad, con su graciosa portadita del gusto asturiano», la cual visitó y aprovechó para copiar las cuatro lápidas sepulcrales de la familia de los Alas que allí existen. Cita también en esta capilla un «retablo de madera, en que están metidos varios bajos relieves de mármol blanco, si despreciables por el dibujo, muy venerables por la antigüedad de su escultura». Jovellanos se refiere en este párrafo al famoso retablo inglés de alabastro que desapareció durante la Guerra Civil de 1936. De regreso observó la casa de Valdecarzana, «que es sin duda de gran antigüedad, porque los arquitos dobles y las columnas que los sostienen en las ventanas son de arquitectura asturiana y pertenecen al siglo XII». Desde allí se trasladó hasta el hospital fundado por Pedro de Solís en la calle del Rivero, cuya inscripción fundacional copió también.

Regresó a casa, comió muy bien, acompañado del alférez de navío José Prada, y tras una buena siesta salió, a las cuatro de la tarde, en dirección a Pravia. Pasó por el puente y convento de la Merced, en la parroquia de Sabugo, para subir luego a la de San Cristóbal, «con una iglesia nueva situada en el alto sobre el mar» y bajar de allí a Quiloño, donde había romería. A la derecha se ve la parroquia de San Martín de los Pimientos (de Laspra). En la iglesia de San Miguel de Quiloño, antiguo monasterio, copió una inscripción grabada en piedra, para continuar el viaje por Llodares y Las Bárzanas, entrar por La Ferrería en el actual concejo de Soto del Barco y continuar hasta Pravia.

El martes 31 de julio, tras haber dormido la acostumbrada siesta, Jovellanos inició el regreso a la villa avilesina siguiendo el mismo itinerario de la ida. «Nos anocheció en Quiloño. Dos agujitas que tienen su nueva o renovada iglesia, parecen dos quesos de puño. ¡Qué bella vista hace la de San Martín de los Pimientos con la luz del crepúsculo situada en alto, cortando el horizonte y rodeada de árboles!» Después de atravesar la parroquia de San Cristóbal, entró en Avilés por Sabugo. «Llegamos buenos -escribe-, y se acabaron felizmente la jornada, el mes y el día». El miércoles 1 de agosto despachó el correo y realizó visitas a las casas de Valdés y León, y a la del obispo, en la que había una comida con asistencia de numerosos familiares. Allí les regalaron 'pavías' (piescos o melocotones). Por la tarde se acercó hasta el convento de las monjas de San Bernardo, donde copió varios documentos antiguos. A continuación paseó por el camino nuevo, con vistas al molino de Prada. «Por la noche, tertulia en casa».

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